Desde
luego, los medios de opinión y partidos políticos no deberán emitir opinión
sobre este tema, salvo que fuere para
aplaudir con entusiasmo patriótico.
- Gibraltar
es una roca aislada y despreciable por la que ningún país debería mostrar
interés. Su Gobierno, evidentemente inestable, está dirigido por un
analfabeta improvisado y desconocido más allá de la calle donde vive.
- España ha
demostrado constantemente la propiedad sobre Gibraltar y ejercido su
dominio por aire, mar y tierra de manera determinante.
- El
aeropuerto internacional de Gibraltar ocupa suelo español y fue construido
aprovechando el desconcierto mundial ocasionado por el terremoto en el archipiélago de Bunga-bunga. El Gobierno de
Madrid solamente tuvo noticias del susodicho aeropuerto cuando le llegaron las invitaciones para su inauguración.
- La Armada
Invencible ha sido y sigue siendo la garantía del poder naval español.
- España,
País Vasco, Cataluña, Filipinas, Iberoamérica y Guinea Ecuatorial,
integrantes del Imperio Español, siguen respaldando como un solo hombre
las decisiones del Gobierno de Madrid.
- España
tiene un Gobierno cuyos miembros están reconocidos como ejemplos de moralidad
política en el ámbito internacional.
- La
Cancillería Española es un modelo histórico de discreción y eficacia.
- Los
rumores que acusan el origen del conflicto con Gibraltar a la necesidad de tapar un
escándalo político de alto nivel en España, han sido desmentidos.
- Los
conflictos de las Malvinas con la Dictadura Argentina por una parte y de Gibraltar con Madrid por la otra, no son comparables.
- En la
Unión Europea, la OTAN y el G8, España tiene un peso económico y político
determinante, mucho mayor que Inglaterra y otros países del tercer mundo.
- Mientras
que el Imperio Español se consolida, el Imperio Británico está en
desbandada.
Tras
considerar los factores enunciados, exponemos a consideración del Gobierno de
Madrid varias opciones que deberían resolver el conflicto, ya sea individual o
colectivamente:
- Organizar una cacería de elefantes con asistencia del Rey Juan Carlos y la Reina Isabel II, para que hablen del asunto entre tiro y tiro. El Rey debería asistir sin la princesita Corinna.
- Prohibir a los medios británicos los artículos y expresiones habituales contra España.
- Invitar a la población de Gibraltar para que se sume a la boyante economía española y disfrute de las magníficas ventajas de un Gobierno moralista y los servicios de nuestra banca.
- A través del programa WERT, españolizar los monos que habitan en el Peñón y enseñarles a cantar el “Cara al Sol”.
- A la salida del Sol, conducir los habitantes de las ciudades cercanas hasta la puerta de la Aduana de Gibraltar, para que canten las gloriosas estrofas del Himno de España.
- Con la cabra al frente, enviar La Legión para que tome el Peñón al grito de “Viva España”, emulando la gesta del Sahara.
En el caso de que estas medidas no surtiera el efecto esperado, deberíamos recurrir a estrategias extremas. La primera consistiría en anexar un par de provincias andaluzas al Peñón y regalarle el paquete al Reino Unido. Ante la obligación de mantener tal cúmulo de cantaores, bailadoras de fandango, aprendices de toreros, catadores de vino, parroquianos permanentes de bares y arrieros sin oficio, Inglaterra nos devolvería el Peñón y tierras anexadas en menos de 48 horas.
Dado el caso que la donación no surtiese el efecto deseado, podríamos decidirnos por la más extrema de las decisiones: DECLARAR LA GUERRA a Inglaterra. Lógicamente Estados Unidos apoyaría a Londres y enviarían sus marines. Seríamos invadidos en un par de horas e inmediatamente los vencedores pondrían un Gobierno de personas decentes e inteligentes, eliminarían la soldadesca autóctona y decretarían un nuevo Plan Marshall para salvarnos del desastre económico que ahoga a España.
Lamentablemente el escenario bélico tiene un talón de Aquiles: No podemos descartar la posibilidad de que el Ejército Español ganase la guerra. Tras la victoria descubriríamos que no tenemos suficientes soldados para tomar posesión y administrar Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte, Estados Unidos, Canadá y Australia.
Así pues, confiemos en que Juan Carlos e Isabel II, dos personajes dinámicos y de buenas intenciones, resuelvan el tema de Gibraltar antes de que andaluces y gibraltareños se terminen de cabrear y marchen unidos hasta Madrid para tumbar el Gobierno.