Hay
elementos simples, como el agua y el aceite, cuya negativa a integrarse forma
parte de su estructura natural. Sucede igual con algunas culturas, como sería
el caso de Cataluña y España. Indiferencia y odios luego de trescientos años de
dominación española han demostrado imposible la integración de ambas. Mientras
que la Cataluña situada al Norte de Los Pirineos se ha integrado a Francia y sus
ciudadanos confiesan ser catalanes franceses, la Cataluña del Sur permanece
incólume en sus aspiraciones a recobrar la libertad. Tan evidente diferencia
tiene una explicación, la Revolución Francesa que regeneró el gobierno de
Francia empleando un instrumento moralizador llamado guillotina. Por desgracia
la guillotina nunca alcanzó los cuellos reales de Madrid y la corte de los
Borbón siguió haciendo lo que estilaban sus parientes parisinos: robar y ahogar
al pueblo para disfrutar en Versalles de parques, comilonas y aristocráticas
putas.
Seguramente
debemos a esa ausencia de renovación humanística las barreras que se alzan entre
Cataluña y España, obstáculos que han evitado y que impedirán la integración de
sus pueblos. Veamos tres de esas barreras.
- Cultura
humanística
- Disposición
al trabajo
- Inmoralidad
política
CULTURA
HUMANISTICA
Cataluña
es un pueblo culto por naturaleza, aunque desde Madrid sigan propalando que
somos bestias. Nuestra lengua escrita puede encontrarse en los albores del
Siglo XX, cuando los moros dominaban casi toda la Península Ibérica y el Castellano
no pasaba de ser una jerga, aquel romance hablado por los habitantes de las tierras
al Norte, más allá de los dominios moros en Zamora y Valladolid. Igual que el
idioma, nuestra música e instrumentos orquestales son característicos, igual
que el urbanismo y arquitectura, bailes y expresiones populares, cocina y
actividades sociales. Hasta nuestra estructura familiar ha sido diferente a la
española y las catalanas han sido herederas de derechos patrimoniales y
sociales cuando las pobres castellanas no pasaban de ser vientres reproductores
y maniquís domingueros.
Desde
que los Borbón invadieron Cataluña, han insistido infructuosamente en acabar
con la cultura catalana, especialmente el idioma, que han prohibido y castigado
con diversa intensidad, aplicando en oportunidades la pena de muerte a quienes
lo hablasen. La calificación de “lengua de los perros” para referirse al
Catalán, sigue siendo común entre el vulgo español, de la misma manera que el
calificativo “catalán” es empleado por los políticos de derechas para
sustituir el “hijoputa” callejero.
Los
“castellers” de Cataluña (foto en Times Square de Nueva York) son una simbiosis entre deporte y actividad social, que
consiste en formar torres humanas de hasta 9 pisos. Esta actividad ha sido ensalzada por la
Unesco que ve en en su ejecución una combinación indispensable de todos los miembros de la sociedad: hombres,
mujeres y niños. Tal actividad podría constituir un ejemplo en la
relación cultural entre Cataluña y España, pero esta última, en vez de encomiarla, la
ridiculiza públicamente y califica de ejercicio despreciable. Algunos de sus voceros han llegado a
calificarla de práctica criminal para escalar y robar en los pisos altos.
DISPOSICIÓN
AL TRABAJO
Los
catalanes somos mundialmente conocidos por la laboriosidad y producción artesanal
e industrial de nuestros ciudadanos. No en vano somos exportadores naturales
que aportamos a España más del 42 % del ingresos por ese concepto. En vez de
aprovechar esa circunstancia, España ha obstaculizado nuestro desarrollo y
dificultando nuestras comunicaciones. Hasta el eje ferroviario del
Mediterráneo, que unirá la península Ibérica con Europa, ha sido dificultado por
el simple hecho de que pasaría por Cataluña, proponiendo insistentemente otras
vías imposibles. Por fin el AVE ha llegado a París este 15 de Diciembre con 18
años de retraso.
En
contraste con nuestra laboriosidad, la mayor parte de la España tradicional,
Castilla, Extremadura y Andalucía, continúan viviendo en el Siglo XVIII. Se
trata de pueblos y ciudades quemadas por el Sol y habitadas por gente sin arte
ni oficio que a veces trajinan en las grandes propiedades ociosas de los “señoritos”
madrileños. Otras veces, la mayor parte del tiempo, los españoles de tercera frecuentan
las barras de los bares haciendo uso de subsidios del Estado provenientes de la
laboriosidad de los catalanes. En vez de estudiar y prepararse en algún oficio
útil, esos españoles típicos pasan sus vidas bailando fandangos, asistiendo a
procesiones religiosas y martirizando toros en las plazas públicas.
INMORALIDAD
POLITICA
Las
mayores diferencias entre España y Cataluña las encontraremos en la moralidad
de sus gobernantes. Desde luego, sería insensato defender la moralidad
intachable de los gobernantes catalanes. También en Barcelona encontramos
ejemplos de probidad dudosa. En 2010 se
descubrió el fraude en el Palacio de la Música a manos de su Director, ahora
enjuiciado, y en 2012 supimos que un miembro del partido gobernante fue
encausado por trafico de influencias y en consecuencia defenestrado de la
posición directiva en su partido.
Por
contraste, la corrupción generalizada y descarada de los dos partidos
mayoritarios españoles es escandalosa pero sin acciones correctivas. En
Andalucía los desfalcos patrocinados por la dupla Psoe-sindicatos podrían
exceder los 1.000 € millones. En la Comunidad Valenciana se ha instituido una
telenovela por entregas que incluye todo género de delitos, inevitablemente
amparada por el Partido Popular cuyos dirigentes nacionales, especialmente en
Castilla y Madrid, han estado extorsionando a los contratistas del Estado desde
hace más de veinte años y repartiéndose sobres llenos de dinero negro mal
habido, una práctica dolosa que defienden descaradamente calificándola de “sobresueldos”
sin que una sola persona, aparte del repartidor de los sobres, haya sido procesada.
En
esta película de la desvergüenza los Presidentes Felipe González, José Mª Aznar
y especialmente Mariano Rajoy, tienen papeles estelares. El grupo ministerial
de este último incluye hombres y mujeres sospechosos de corrupción y un
Ministro de Hacienda que es motivo de comentarios sobre componendas con banqueros
y empresarios en contra del Tesoro Público. Por su parte la banca española, que
está íntimamente ligada al sector político, ha sido y sigue siendo la
protagonista de la mayor estafa pública conocida en Europa y receptora de
dineros públicos ilimitados que emplea para negociar con bonos del Estado y
hundir a pequeños y medianos empresarios y humildes familias que ha lanzado a
la miseria con las estafas y a la calle con los desahucios.
Es
tal la inmoralidad política del Gobierno Español, que hasta la Casa Real está
involucrada en desfalcos de dineros públicos y posible lavado de dinero sucio.
Se trata de delitos inevitablemente protegidos por la Justicia, cómplice
necesaria en esos y otros crímenes del Gobierno como la muerte impune de 42
personas en el metro de Valencia y 64 soldados muertos en un avión ruso
destartalado cuyo protagonista es hoy Embajador en Londres. Ya ni siquiera son noticia los negocios sucios de la Familia Real
y el billonario hundimiento de Caja Madrid y Bankia a manos de Miguel Blesa, el
amigo de Aznar. En ese caso el único juez que se atrevió a acusarle y meterle a
la cárcel fue destituido y acusado de cohecho, mientras el banquero sinvergüenza
salía sonriendo de la cárcel al día siguiente.
Durante
las celebraciones del 12 de Octubre, la tribuna de invitados al desfile estaba
ocupada por malhechores conocidos. De haber sucedido los actos en un país
europeo, en lugar de soldados desfilando y autoridades invitadas, se habría
tratado de reos conducidos a la cárcel bajo la custodia de los soldados.
Lo que más asombra de la inmoralidad española es el descaro con el que sus Gobernantes pasean sus desvergüenzas por Europa. En cualquier país civilizado un político sospechoso de actos reñidos con la moral, renunciaría y hasta pensaría en el suicidio para evitar el escarnio. En España ese político extorsiona y sigue robando sin importarle el escándalo porque entre políticos españoles defraudar ni siquiera está mal visto. En un país donde robar un pan puede conducir una mujer a la cárcel,.desfondar un banco, estafar al público, vender una playa o cobrar millones para destruir un bosque, son actos lícitos para la clase política.
Estos
son algunos de los motivos que han impedido a Cataluña convivir con España, ese
país regido por vagos, indeseables y jueces cómplices, que ha tratado
históricamente de obligarnos a aceptar su “cultura”. Trescientos años han
gastado en sus intentos de perversión para homogenizarnos con Madrid, pero
gracias a Dios, han fracasado.