Aquella frase del Rey
asegurando que “la justicia es igual para todos”, ha pasado a la memoria
del pueblo español como la burla más descarada que ha soltado el Monarca desde
que asumió el poder. Se trata de una frase estúpida e innecesaria que en lugar de provocar burlas ha generado odio, porque desde entonces la Casa Real ha estado manipulando la justicia para proteger a dos de sus miembros que, al
entender de muchos españoles, ya deberían estar en la cárcel.
Es obvio que la justicia
Española está proyectada para proteger y satisfacer los intereses que gobiernan de
hecho y de derecho en el país. A ello se debe que la corrupción campee a sus anchas, que políticos y banqueros exhiban el fruto de sus desmanes sin sonrojarse y que encima respondan con burlas y amenazas cuando
reclamamos corrección y transparencia.
El Poder Judicial es el
culpable de que existan los Blesa y los Bárcenas, el culpable de que la trama
Gürtel siga funcionando, que la banda de Valencia continúe intocable, que 40
nombres del PP, insaciables en sus ansias de riqueza, se hayan repartido casi
23 MILLONES € provenientes del delito para redondear sus sueldos de diputados,
senadores, ministros y Presidente.
Históricamente el Poder Judicial ha sido obediente al Ejecutivo que nombra a los jueces. En consecuencia ha rechazado sistemáticamente
las directrices de moderación europeas que habrían obligado a los bancos a actuar como
promotores de la economía y no como estafadores organizados. Han sido los
jueces quienes han ignorado las estafas y ordenado los desahucios hipotecarios abusivos, los causantes de suicidios y vidas arruinadas subsiguientes. No sé como llevarán sus conciencias, pero en todo caso deberían prever que alguna de sus víctimas, antes de quitarse la vida, decidiera llevarse al juez de compañía.
Ha sido la complacencia
judicial la promotora de la debacle moral de la clase política y de la subsiguiente
degradación social y hambre que campean por pueblos y ciudades de España. Han
sido los jueces los que han permitido que algunos banqueros hayan desfondado a
sus bancos y repetido una segunda vez con los fondos mil millonarios que
el Gobiernos les regaló bajo el concepto de “reflote”, pero que emplearon para
simular operaciones financieras criminales y para asignarse retiros millonarios. Al final será el Poder Judicial el responsable de que Miguel Blesa y Rodrigo Rato hayan desfondado sin remedio a Caja Madrid y Bankia. También será culpable de los cientos de miles de estafas públicas cometidas por ese dúo del horror, cuya libertad de manos está garantizada por las leyes de España.
En lo único que el Poder
Judicial ha actuado con decisión, ha sido para castigar a los jueces que persiguen el delito y en la lucha contra ETA. Pero seamos
sinceros: BANKIA le ha causado más daño al pueblo español que ETA. Miguel Blesa
o Luis Bárcenas y los políticos asociados en sus cuentas de Suiza, han sido
infinitamente más dañinos para la sociedad española que Arnaldo Otegui, en la
cárcel desde hace años. En cambio nadie se ha atrevido a parar la
actividad delictiva de Fabra en Valencia, ni a la trama Gürtel en Madrid, Castilla y Baleares. Mucho menos se ha atrevido la Justicia a ponerle coto a las burlas manipulaciones de la Casa Real que tanto escuecen a la sociedad.
En este inmenso pozo séptico
que se ha convertido la política española, urge erradicar la justicia complaciente antes
de que algunos desesperados empiecen a tomarse la ley por propia mano. Ejemplos
los tenemos a mano y recientes: hasta pocos años atrás vascos y navarros respaldaban a ETA
con entusiasmo y aplaudían sus"actos de justicia" frente el abuso histórico de
España.
La Justicia debe tomar acción contra la división y odio de clases que
se está promoviendo desde el Gobierno. Debe impedir el desprecio a las movilizaciones independientes
reivindicativas o el movimiento que lucha pasivamente contra los desahucios. A
éste se le ha acusado de fascista y comparado con las hordas nazis que
asesinaban a hombres, mujeres y niños disparando a la cara en medio de las
calles. La Vice Presidenta tendría razón al calificarles de hordas nazis si hubiesen prendido fuego a su casa con ella y su familia adentro, pero ni siquiera tocaron a su puerta. No sigamos por este camino. La ausencia de justicia verdadera y la descalificación de los movimientos sociales adversos conducen inevitablemente a la violencia.
En estos tiempos de burla y
abusos sobre la sociedad, la justicia sesgada o ineficaz podría dar curso a una
reacción realmente violenta, un corpúsculo armado vengador que aglutinase el odio y la
frustración popular, además de darle cabida a los millones de desempleados que sacan a pasear su frustración cada mañana. Si brotase ese movimiento, el respaldo social sería masivo, crecería exponencialmente y España ardería nuevamente desde Galicia a Cataluña, desde
Oviedo hasta Málaga. Pasó en la década de los treintas por las mismas razones.
No permitamos que se repita.