Independientemente de mi
herencia genética, 50% tarraconense y 50% aragonesa, he
comprendido que no soy ni podría ser español. Son tantas las diferencias
filosóficas y morales entre españoles y catalanes, que evidentemente
pertenecemos a géneros distintos. Para mejor comprensión, me explicaré por
sectores:
POLITICA:
Los españoles han sido
históricamente monárquicos y continúan siéndolo, subordinados a una familia
real que les fue impuesta trescientos años atrás por Luis XIV de Borbón, Rey de
Francia. Es tal la sumisión a la Casa Real, que los españoles ni siquiera
critican sus vicios y desmanes. Hasta el hospedaje y
custodia de una amante
extranjera con cargos a la Hacienda Pública se considera cual otra “travesura” de Su Majestad.
Igual que las estafas millonarias de su yerno e hija son comentadas por la
prensa oficialista como una equivocación de enamorados. Esta característica
explicaría por qué tantos españoles siguen añorando los años de la Dictadura de
Francisco Franco, el mejor ejemplo de nepotismo extremo y estafas al por mayor.
Los catalanes en cambio hemos sido
históricamente demócratas. A diferencia de los bárbaros que dominaban Iberia a
comienzos del milenio pasado, en Barcelona nos gobernábamos con el “Consell de
Cent”, una Cámara Legislativa constituida por elección directa e integrada por
los representantes de los gremios
(carpinteros, herreros, estibadores, joyeros, etc.) junto a
representantes de la nobleza y el clero. Que nobles, frailes y trabajadores
pudieran colaborar en las leyes y gobernabilidad de la Ciudad, era para ese
entonces una imposibilidad filosófica, pero fueron precisamente esos conceptos
demócratas los que permitieron a Cataluña extender su influencia y mercados en el
Mediterráneo.
SOCIAL:
Desde el Siglo X Barcelona
fue una urbe de ciudadanos que constituían el único enclave político liberado
del feudalismo, incluso del feudalismo catalán que le envolvía, pero en el que
a su vez influía minimizando la presión sobre los siervos. La condición de
ciudadano se adquiría en Barcelona a través del trabajo y de los gremios, que
cuidaban de que cada organización estuviera colegiada por gente capacitada y
honesta.
España en cambio es un país
de siervos, gente obediente a sus amos, de quienes aceptan lo que quieran
darles. Es evidente que esta condición empieza a mostrar algunos síntomas de
cambio, ante los cuales el Estado actúa con represión y violencia, incapaz de
comprender que el populacho también tiene necesidades y derechos. Es natural que los catalanes no queramos seguir formando parte de esa país llamado España.
MORAL:
Es evidente que en España los órganos judiciales han funcionado para proteger las prerrogativas de los poderosos. Sigue siendo así, como lo evidencian las muchas actuaciones de la Fiscalía del Estado para proteger los intereses del Poder Civil y Monárquico.
Es evidente que en España los órganos judiciales han funcionado para proteger las prerrogativas de los poderosos. Sigue siendo así, como lo evidencian las muchas actuaciones de la Fiscalía del Estado para proteger los intereses del Poder Civil y Monárquico.
Así mismo la misma Fiscalía tiene el deber de aplastar cualquier voz discordante que pudiera surgir desde abajo. Es tan evidente esta función clasista, que a cualquier juez que se le haya ocurrido desafiar sus obligaciones le han defenestrado y juzgado a velocidad inusiada. Ejemplos escandalosos en la “justicia” de España los podemos encontrar en los jueces Garzón y Silva, en los casos Caso Gürtel y Caja Madrid, en Blesa y Bárcenas y en los enfrentamientos legales al más alto nivel para decidir si una sinvergüenza debería caminar hasta el Tribunal de Palma o ser llevada en coche oficial hasta la puerta. Es la misma inmoralidad que permite a personajes oscuros, promotores y beneficiarios de extorsiones a constructoras (las llaman donaciones) ocupar la Presidencia del Pais.
En contraste con ese
panorama vergonzante, la Asamblea Nacional Catalana, organización civil que
está moviendo los hilos de la independencia, ya trabaja en un proyecto de
Constitución que asegurará de la función judicial una labor moralista de la
sociedad, en la que gobernantes, representantes y ciudadanos tengan realmente
las mismas responsabilidades ante la ley. Deberá ser una justicia justa y
rápida, moralista y sin resquicios por donde pudieran escapar los sinvergüenzas.
El ejercicio de la abogacía será una labor digna, profesional y confiable en la que la justicia, respetando los derechos e inocencia previa de enjuiciados, tenga presente los derechos y perjuicios de las víctimas.
HISTORIA:
Sobre este tema se han dicho
tantas verdades a medias y tal cúmulo de mentiras ofensivas, que no vale la
pena ahondar, aunque sería bueno recordar que la Historia la redactan escritores profesionales por encargo e intereses de los vencedores. Si la
Guerra Carlista la hubiera ganado el candidato de Cataluña, hasta temas como la Reconquista y el
descubrimiento de Amércia serían distintos. El recuento de los sucesos de este
siglo lo leerán nuestros nietos según lo que suceda durante estos años en
Madrid y Barcelona. Serán dos historias disintas, tanto que en una como en otra ciudad. El mismo personaje podría ser un héroe virtuoso vestido de blanco
impoluto en una y un canalla cobarde y manchado de sangre en la otra.
Quizás sea éste el tema que
más evidencia nuestras diferencias. Mientras España declara el toreo como su
fiesta nacional y subvenciona el espectáculo de martirizar toros hasta la muerte, los catalanes
tradicionales encasillamos esa actividad en los barbarismos que la humanidad
debería prohibir como la hemos prohibido en Cataluña.
En tanto que la actividad cultural dominante en España es de origen o influencia marcadamente andaluza, la catalana es mediterránea, con folklore diverso y masivo en sus campos y ciudades, cuyo máximo ejemplo son los “castellers” una actividad sociodeportiva en la que grupos de hombres, mujeres y niños compiten para enfrentar el reto de levantar torres humanas de hasta 9 pisos.
En tanto que la actividad cultural dominante en España es de origen o influencia marcadamente andaluza, la catalana es mediterránea, con folklore diverso y masivo en sus campos y ciudades, cuyo máximo ejemplo son los “castellers” una actividad sociodeportiva en la que grupos de hombres, mujeres y niños compiten para enfrentar el reto de levantar torres humanas de hasta 9 pisos.
ARTE:
Hombro a hombro con Miro, Dalí, Casals y miríadas de artistas catalanes, la arquitectura catalana ha
creado escuela. Es única, conocida como el Modernismo Catalán y sin relación con
España. Nuestro urbanismo asombra al mundo por razones de armonía entre hombre y naturaleza, así como sus conceptos de
convivencia entre transporte mecánico, viandantes y ciclistas.
Tan grandes son nuestras diferencias culturales con España, que el turismo que va a Madrid lo hace por la comida y la bebida, excelentes por ciertio, aunque el Paseo del Prado está en decadencia de visitantes. En cambio buena parte del turismo en Cataluña, el mayor de España, es de tipo
cultural, profesionales y universitarios que vienen desde el otro lado del mundo del
mundo para estudiar nuestros conceptos de urbanismo. Se trata de éxitos urbanísticos concebidos en la primera mitad del Siglo XIX, cuando media Europa y España luchaban para librarse del cólera y debatían sobre cómo
resolver el problema de la basura y la disposición de desechos biológicos.
TRABAJO:
Es comprensible que para aquellos cuya vida se compone de una mujer que trabaja y un bar donde tirar el
dinero en borracheras, los catalanes
seamos trabajadores y avaros. La realidad es que de no ser por el Gobierno de España, en Cataluña
no habría gente parada y nos mantendríamos fieles al principio de trabajar
y crear riqueza. En contraste con el peninsular típico, a los catalanes nos da
vergüenza recibir un subsidio por estar en el paro. Es que en Cataluña siempre
ha sido motivo de murmuración que mengano o perencejo no trabajen.
No podríamos decir lo mismo
de los señoritos españoles que sueñan con recibir subsidios para juntarlos con
el sueldo de su mujer para disfrutar otra juerga. El ejemplo de Andalucía y los
presupuestos de formación laboral gastados en cenas, borracheras, carteras y
robos comunes, es ejemplo del concepto que unos y otros tenemos del término "trabajo".
CONCLUSIÓN:
A pesar de la insistencia de
los diversos Gobiernos de España, los catalanes nos negamos a ser
“españolizados”, como amenazó el tal Wert en la Cámara de Diputados y como
pretende hacerlo en Baleares y Valencia. Yo, igual que la mayoría de los
catalanes, nos negamos rotundamente a olvidar nuestra cultura y nuestros
principios para convertirnos en vagos y maleantes como la chusma que gobierna España, aquellos que, identificados con la izquierda o con la derecha,
han dado y siguen dando ejemplo de incapacidad moral, prepotencia intelectual e
impunidad. Personalmente aspiro a seguir siendo un ciudadano, no un siervo, quiero ganarme el
pan con el sudor del trabajo, no un mantenido del Estado, insisto en vivir
dentro de la Ley y confiar en una justicia justa y aspiro a que mis
descendientes puedan mirar al futuro con ilusión y cumplir sus sueños. En pocas palabras,
NI SIQUIERA QUERIENDOLO
PODRÍA SER ESPAÑOL
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