Es cierto, una verdad como un templo, al menos en mi caso, porque independientemente de que CIU haya perdido escaños ganados por las izquierdas, que el PSOE se haya desfondado en beneficio de las partidos defensores del colonialismo y que la unidad de los independentistas esté en el aire, la posibilidad de que mi patria sea libre me ha llenado de ilusión y dado fuerzas para seguir soñando.
Claro está que comprendo los peligros que acechan a Cataluña, casi todos externos, pero también internos. De puertas adentro, el peligro más notorio es la actitud de Josep A. Durán i Lleida, Secretario General del Partido de Gobierno y Diputado ante las Cortes de Madrid. La posición de este político es tan ambigua que parece opuesta a la independencia. Parece tan evidente su posición, que su correligionario y Alcalde de Vic, Josep Mª Vila D'Abadal, lo ha denunciado públicamente y renunciado a Unión Democrática.


Mi ilusión radica en el convencimiento de que una vez lanzado el grito de LIBERTAD, la independencia es inevitable. Cualquiera puede renunciar a un bien material, a una amistad e inclusive a la familia, pero nadie renuncia a la LIBERTAD una vez determinado a alcanzarla. No en balde tantos millones de seres humanos han ofrecido voluntariamente sus vidas para ser libres o para que sus hijos puedan serlo. Comprendo que este párrafo pueda sonarle romántico a muchos, pero la Historia Moderna está llena de nombres que anuncian países inexistentes pocos años atrás y de colonias que hoy en día constituyen países de pleno derecho en todos los rincones de la Tierra.
¿Será necesario recurrir a la guerra armada para sacudirnos a España del cuello? No, absolutamente no. Solamente paciencia acompañada de determinación inexorable y mucha ilusión, sobre todo la ilusión de que nuestros descendientes heredarán un PAIS LIBRE.
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