
Puedo recordar campañas sociales que empleaban este concepto, entre ellas el “boomerang de la caridad” o el “boomerang de la salud”, todas sugiriendo que el bien que hagas a otros te será retribuido. En España para no ir más lejos, se está empezando a percibir el efecto que yo llamaría el “boomerang político”. Correspondería al sentimiento anti catalán que durante cientos de años se ha venido sembrado desde Madrid y que en Cataluña ha dado por resultado el desprecio a lo castellano, repulsa a lo madrileño y clamor de independencia.
Es un hecho largamente comprobado que a nivel político hablar mal de Cataluña, despreciar a los catalanes y ofenderles genéricamente con términos como “malditos”, “criminales”, “avariciosos” o simplemente “hijoputas”, ayuda a cosechar votos. La política española se ha llenado tradicionalmente la boca hablando pestes de los catalanes, cual gesto patriótico de compromiso para defender los intereses de España. La inesperada voltereta política de UPyD en Asturias es un ejemplo típico de esta perversión anti catalana. Con el propósito de preparar el camino para la puñalada contra el PSOE gobernante en Asturias y al mismo tiempo allanar el camino hacia su reelección al frente de UPyD, la diputada Rosa Diez lanzó un encendido discurso en el Congreso de Diputados, exigiendo el voto contra la consulta popular que pretende Cataluña. A su vez, los socialistas catalanes, temerosos de votar contra España, se abstuvieron a la hora de votar, actitud que causó gran malestar en el PSOE.
Pasada una semana desde la pirueta de UPyD, el PSOE sigue
sin entender que PSC no haya traicionado a Cataluña como ha es habitual y uno de los fósiles socialistas, Alfonso Guerra, ha llegado al extremo de pedir que el
PSOE prescinda de los socialistas catalanes y ponga tienda aparte en Barcelona,
sin comprender que Cataluña ya no se considera parte de España.
Muchos
de los españoles que llegaron a Cataluña durante la dictadura de Francisco
Franco, siguen siendo españoles de corazón y añoran sus años juveniles en los
pueblos de Andalucía y Extremadura a los que siempre han
aspirado volver. Es
comprensible que a pesar de los años transcurridos, para ellos Cataluña siga
siendo el lugar de trabajo que algún día dejarían para volver a su terruño. A estos
españoles les sigue molestando escuchar un idioma extraño, vivir entre gente
que no es ni se siente española y en consecuencia comparten la expresión
“maldito catalán”. Naturalmente estos españoles votan según los dictados de
Madrid, pero sus hijos piensan y sienten distinto; han nacido y se han educado
en tierra mediterránea y piensan en catalán. 



El problema actual es de rechazo abierto a España, a su nacionalidad y sus leyes, a
los toros y el fandango sin fin, a los fiscales cómplices, jueces negociables y el Tribunal Constitucional, al triste espectáculo de la Familia Real y la Iglesia Católica, al Valle de Los Caídos y la Falange disfrazada de PP,
a la oligarquía estafadora y su prensa servil, a las amenazas y a los
bombardeos… En suma, a su pasado y a su presente.
A
pesar de las amenazas constantes que vienen desde España y a su actividad internacional
disuasoria, los catalanes mayoritariamente pensamos solamente en celebrar la
despedida con un cordial
GOODBYE SPAIN
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