lunes, 29 de junio de 2015

EL ODIO COMO HERRAMIENTA DEL CAMBIO



He dejado pasar un mes desde las últimas elecciones municipales antes de comentar sus consecuencias políticas que han sacudido España y su futuro previsible.

Lo que ha sucedido al Partido Popular (PP) en las votaciones municipales y autonómicas recientes, es un desastre en mayúsculas, una catástrofe con todas sus letras. El PP perdió el gobierno en todas las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz, Sevilla, Zaragoza... También perdió el gobierno de casi todas las comunidades autónomas: Valencia, Aragón, Extremadura, Castilla La Mancha, Navarra, Baleares... 

Para agravar la situación, no recuperó ni un solo pueblo de los perdidos en el pasado reciente y los que ha salvado tienen que agradecérselo a Ciudadanos, la marca blanca del PP. Ha sido un batacazo en toda regla, como el que esperábamos, aunque no con la crudeza y extensión que ha sucedido.

¿A qué podemos acusar tamaño cambio electoral en España? Son varias las razones, todas suficientemente discutidas por los analistas políticos: ante todo la corrupción galopante y a continuación la falta de una política propia, el desprecio a las clases más desfavorecidas, abuso persistente de poder, prepotencia en el Congreso y en la calle, la ofensa a flor de labios... En fin, todos los motivos por los que el electorado podría castigar a un Gobierno.

Aunado a esas taras políticas, predominó un factor de cambio que superó la mayoría proporcional que el PP, a pesar de todo, obtuvo en buena parte de España. En el bando opuesto la mayoría de votantes que no apoyaron al PP, optaron por diversos partidos de izquierda: PSOE, Podemos, Esquerra, CIU, IU, PNV, Bildu... También hubo votos para algunos partidos regionales y por otro de derechas: Ciudadanos. En algunos casos las preferencias de esos votantes eran diversas y enfrentadas, pero todos compartían un sentimiento más o menos dominante: rechazaban al PP con diversos grados de intensidad, desde la natural inconformidad con su política, pasando por el rencor y llegando al odio frontal. 

Fueron el rencor y el odio los que determinaron la debacle del Partido Popular, aún en aquellas localidades que había logrado mayoría relativa, como Madrid, Valencia y Baleares. El odio consolidó las fuerzas opositoras en un bloque que desbancó al PP de todas las ciudades y comunidades. En Galicia, Madrid y Castilla León lograron salvar los muebles pero perdieron las ciudades, los núcleos poblados de mayor peso político, lo que permite prever el desastre final que espera a los Populares en las Votaciones generales de Noviembre.


Las figuras más relevantes del PP, incluyendo al ex Presidente Aznar, han pedido cambios profundos que Mariano Rajoy ha pretendido satisfacer dejando que el Ministro más repudiado de su Gobierno vaya a reunirse con su novia en París. En el partido ha hecho algún retoque y continúa desentendido del diagnóstico fatal que se cierne sobre su organización, pregonando que el Partido Popular fue el más votado, que sigue siendo el primer partido político de España y que ganarán las elecciones venideras. 

En las elecciones de este final de año el Partido Popular será barrido. En Cataluña y País Vasco solo existe de palabra únicamente, en Canarias tiende a la baja sin enmienda y en Andalucía saldrá con las tablas en la cabeza. Sus verdugos principales serán Pedro Sánchez, del PSOE, y Pablo Iglesias de Podemos. Ningún partido logrará la mayoría absoluta, ni siquiera una mayoría relativa con peso determinante. El futuro estará marcado por la aversión al PP, al robo descarado, sus favores a los bancos y manipulación de la Justicia, el aglutinante que unirá las fuerzas de izquierda para reorientar la historia de España.




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