¿Hacia donde vamos? se
preguntan los catalanes, tanto independentistas como continuistas. No es asunto
que podamos tomarnos a la ligera porque cambiar de país y echar a andar por
nosotros mismos evitando zancadillas, será un camino duro. Estamos decididos a
contarnos, votar por el SI o por el NO, pero si ello ya evidencia dificultades
extremas, imaginemos lo que sucederá cuando nos separemos de España, un país
dirigido por gente habituada al pillaje y del que sus antiguas colonias
solamente recuerdan el trato despiadado y el expolio que sufrieron durante la
época colonial.
Con el fin de clarificar
esta inquietud me voy a permitir mirar hacia el futuro e interpretar el
panorama en diversos aspectos que reportarán ventajas y pérdidas, algunos con
posibilidades numéricas, otros no tanto y los más eminentemente emocionales.
Veamos qué ganaríamos y qué perderíamos en cada caso una vez alcanzada la
independencia.:
ASPECTOS EMOCIONALES
La individualidad de
Cataluña es innegable, especialmente en cultura, alimentación, superación en el
trabajo, organización social, cultivo de las bellas artes, arquitectura,
sentido del ahorro y lengua, entre otros.
DESVENTAJAS:
Reduciríamos la relación con
un país de habla dominante (castellano).
Dejaríamos de ser paisanos de Calderón, Cervantes,
Lope de Vega, Velásquez, Goya y otros genios de las artes.
Correremos el riesgo de
perder temporalmente la libertad de entrar y salir de los países vecinos, excepto Andorra, sin
tropezar con aduanas en el camino.
Algunos catalanes se
distanciarían emocionalmente de sus familiares españoles y la decisión por la
independencia crearía roces pasajeros entre radicales de uno y otro bando
dentro del país.
VENTAJAS:
Seguramente la ventaja emocional
más importante será superar el recuerdo vivo de la dictadura de Francisco
Franco y erradicar el dominio de sus herederos políticos totalitarios.
Libres del dominio jurídico
de la derecha española, las víctimas jurídicas del franquismo podrían ser moralmente
rehabilitadas y sus deudos recuperarían la tan esperada paz.
Dejaríamos de ser la diana
permanente de la infamia y desprecio de los medios de comunicación e intelectuales mediocres españoles.
Lograríamos preservar
cabalmente nuestros valores y cultura sin la presión permanente de Madrid para
españolizarnos, como aseguró un imbécil disfrazado de Ministro de Educación en el Congreso.
Nuestra producción literaria
y artística recibiría el apoyo decidido del Estado y sería reconocida como
catalana.
Continuará...
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