En realidad el desapego de los catalanes no es con España sino con Madrid. Se trata de un sentimiento que ha echado raíces a través del tiempo porque, como colonia de España que siempre ha sido, Cataluña ha recibido un
trato similar al de las colonias españolas en América. También ha sido una colonización caracterizada por la conquista sangrienta y el expolio sostenido, acompañado de campañas
permanentes orientadas a imponer la obediencia y sustituir la cultura autóctona por la barbarie castellana.
En Cataluña, además del trato
vejatorio que ha motivado la oposición de la población, la política
de Madrid ha promovido con diversos grados de intensidad el desprestigio del
colectivo catalán, pregonando a través de la Península que somos avaros, sucios y degenerados. Durante la
dictadura de Franco la propaganda fascista llegó al extremo de sostener que todos los catalanes son asesinos y propalar entre el populacho más retrógrado de Extremadura
y Castilla, que mataban y se comían los niños de origen castellano y andaluz.
“El catalán es la lengua de los perros”, es una expresión
que todavía podemos oír en algunos rincones de España, a pesar de que Cataluña
sea sede de la mayor concentración de editoriales e imprentas del mundo. Poco
importa a los españoles que la Enciclopedia Espasa sea producida en Barcelona ni que la Editorial Planeta y otras 200 editoriales estén radicadas en Cataluña. La guerra a la cultura catalana nunca ha cesado, antes bien forma parte de la plítica de Madrid como lo anunció en pleno Siglo XXI el Ministro de
Educación, cuando afirmó orgullosamente en el Parlamento Español: “mi intención
es españolizar a los niños catalanes”.
Con tales antecedentes es
comprensible que de su vasto imperio a España solo le quede Cataluña. Es el
último reducto del que sacar beneficios para sostener los territorios
improductivos de la Península. De Cataluña se ordeñan los recursos para que
Castilla continúe desafiando al mundo desde el polvo que la envuelve, los que permiten a la ociosa Andalucía vivir en los tablaos consumiendo vino, a Asturias soñar con los cuentos de Don Pelayo y a Extremadura sacar pecho con los subsidios al desempleo. Mientras tanto en Cataluña el hambre está amenazando a la próxima generación y sus centros de investigación y servicios médicos, entre los más avanzados del mundo, amenazan con cerrar por
falta de presupuesto.
Ya en el Siglo XXI Madrid es incapaz de asimilar que su condición de Capital del Imperio Español ha dejado de tener sentido. Hoy Madrid es una capital de tercer nivel administrada por incapaces y en consecuencia sucia, desordenada y deficitaria. La política española, manejada por la clase dominante que durante siglos ha rodeado a la Corona, todavía se cree dueña absoluta del saber y la verdad "por la gracia de Dios", lo que podría explicar la política del Gobierno para enmendar la relación con Cataluña: vencer con la fuerza antes que convencer con la razón.
Esta situación podrían
resumirse en las expresiones más comunes entre el vulgo de ambos bandos. Los madrileños continúan
diciendo “a esos catalanes les daremos por el culo”, mientras que en Cataluña
aseguran no estar dispuestos a seguir manteniendo "ese hatajo de chulos”. Desde
luego, se trata de expresiones vulgares que no deberíamos tomar en cuenta ¿o
quizás sí?
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