martes, 1 de enero de 2013

OTRO TIRANO AL BASURERO DE LA HISTORIA

Hoy dedicaré esta columna a un tema alejado de Cataluña: a un país caribeño y muy querido llamado Venezuela. Ello se debe a una cierta coincidencia, a pesar de que nos separan más de 9000 kilómetros de agua y 300 años de historia, entre la circunstancia que vive el país caribeño y la mala fortuna que afectó la libertad de Cataluña como país independiente, cuando el Rey de Francia, Luis XIV, arrasó Barcelona para imponernos a su hijo como heredero de la corona española, vacante a la muerte de Carlos II por falta de descendencia.



El tal Carlos II era un mónstruo, físicamente hablando, un tarado a nivel mental y un desastre de salud, sostenido en el trono de España por un círculo de cortesanos a quienes solamente les importaba seguir disfrutando del poder para hacer, deshacer y robar a manos llenas. Para mayor desgracia, el tal Carlos II dominaba el mayor imperio europeo de su tiempo, en tierras y riqueza, mientras los pueblos bajo su égida pasaban hambre y sufrían el rigor del látigo.






Por entonces, la relación de Cataluña con Castilla respetaba nuestra independencia política y fiscal. Quizás ella explicase por qué la relación con el Reino de Castilla trancurrió dentro de márgenes de colaboración y relación tolerables, pero los Borbones franceses no entendían otra forma de gobierno distinta que la sumisión radical y absoluta a los caprichos del Rey y así lo impuso Luis XIV por la fuerza del terror a todos los reinos de las Españas. Por desgracia, la muerte del monstruo castellano, lejos de traer una era de luces, dio origen a la Guerra de Sucesión, que impuso a Cataluña su condición de colonia y más de 200 años de miseria a manos de los Borbones.


Algo parecido podría suceder en Venezuela, un país inmensamente rico del que depende la estabilidad de la región. El país ha vivido desde hace 13 años bajo el capricho unipersonal de un gorila militar, astuto como pocos a pesar de su escandalosa incultura y vulgaridad personal, empeñado en someter a su pueblo al desastre social y económico, mientras ha dilapidado la riqueza fiscal y recursos mineros del país comprando voluntades para promoverse personalmente en la región. Como Carlos II, el gorila se está muriendo devorado por un cáncer sin que haya tenido la inteligencia previsora de preparar descendientes políticos.


Podría ser que la inmediata desaparición de Hugo Chávez ayude a traer la paz a Latinoamérica aunque,  como sucediera con la de su monstruoso homólogo español, existe el riesgo de que su vacío traiga la guerra por la sucesión en Venezuela. La falta de descendencia política, ya sea por la meteorización de las fuerzas opositoras o por las apetencias de los gerifaltes oficialistas, constituye un riesgo a la paz social. El Vicepresidente Maduro, hombre de limitado intelecto, ex sindicalista y conductor de autobuses, no tiene la fuerza necesaria para contener al teniente Luisdado Cabello, compañero golpista de Chávez, y entre ambos tampoco podrán oponerse a los intereses de la alta oficialidad, generales y coroneles que están más pendientes de sus negocios con las FARC y la cocaína, que en administrar el erario público.





A nivel internacional no debemos olvidar que el petróleo de Venezuela ha sido el sostén económico del régimen Cubano desde hace 12 años, cuyos asesores militares ya han estado metiendo la mano en la transición del poder del país petrolero. En estos momentos, Raúl Castro tiene destacados en Venezuela un mínimo de 5 generales, probados comunistas radicales como el que se ve en la foto de abajo, para "orientar" las decisiones del Alto Mando venezolano y preservar los intereses de Cuba y de los otros países bolivarianos, entre ellos  Bolivia, Nicaragua, Ecuador y algunos países insulares del Caribe. La estabilidad de sus gobiernos han dependido en buena medida de las dádivas de Hugo Chávez, lo que explicaría que los votos dentro de las asambleas políticas del Continente hayan estado secuestradas por Chávez, no por el chavismo, para satisfacer sus caprichos de grandeza. Que los militares venezolanos sigan obedeciendo las órdenes de los generales cubanos después de la desaparición de Chávez, es una incógnita.


Deseamos creer que la ausencia de Chávez podría ser afortunada porque libraría a Venezuela del culto y servilismo a la personalidad de un hombre sin escrúpulos ni mentalidad democrática, pero también sospechamos que traerá problemas, violencia social, quizás armada y con muchas consecuencias para el área del Caribe. Como dice el refrán; "Demosle tiempo al tiempo".