miércoles, 9 de diciembre de 2015

AL FINAL DE MI VIDA...


Estoy llegando al final del camino. A lo sumo me quedan doce o quince años de vida, cosa que agradezco, porque me ahorraré la terrible experiencia de verme esclavizado bajo las leyes del Corán y sus seguidores. Por fortuna no veré a mi mujer e hijas sometidas a la "sharia", esa perversa política absolutista, vergonzosa, impuesta por clérigos fanáticos dirigidos desde lo centros más oscurantistas de Asia y Africa. 

Me iré sin haber gritado mi impotencia frente a las desgracias de mis descendientes, aplastados bajo un sistema sin valores humanos, intolerante y metódico, equivalente en fanatismo y métodos perversos al comunismo de Josep Stalin y al nacional-socialismo de Adolfo Hitler. 


Sesenta años atrás, el inolvidable héroe de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill,  ya nos advirtió que el Islam era el peor enemigo de la Humanidad. No quisimos hacerle caso entonces y seguimos igual de imbéciles en este siglo, como aquel que pregonaba tolerancia ante el cocodrilo descontrolado, con la esperanza de ser su última víctima. 


Europa está siendo invadida por un sistema político llamado Islam. No se trata de una religión, en realidad es una perversión filosófica de corte fanático radical, donde no hay cabida para lo que esté fuera de los textos literales del Corán. En ese libro no hay espacio para el individuo, el amor, la mujer, la democracia y la cultura occidental. Y es la tolerancia humanística y religiosa de Europa, contenida en nuestros principios democráticos, la herramienta que está utilizando el Islam para imponer el oscurantismo en el Viejo Continente. 
Son precisamente los principios democráticos los que impiden salvaguardar la cultura y principios de convivencia pacífica frente al fanatismo intolerante del mundo musulmán. En el colmo del absurdo, nuestros programas y presupuestos destinados a la asistencia social en programas de salud, educación, sostenimiento familiar, desempleo y muchos otros, están siendo aprovechados por estos invasores para dedicarse a la multiplicación de vientres y nacimientos que inclinan la balanza a su favor. 


Muchos de los inmigrantes musulmanes ni siquiera trabajan. Están dedicados exclusivamente a preñar esposas y concubinas que nosotros mantenemos para su disfrute y aprovechándose de las ayudas que fueron creadas para ayudar a los europeos realmente necesitados. En estos momentos muchas ciudades de Europa, entre ellas Amsterdam en Holanda, Marsella en Francia o Malmo en Suecia, ya tienen poblaciones mayoritariamente musulmanas entre los menores de 18 años. En esas ciudades y muchas otras, es común la imagen de mujeres escondidas hasta los pies bajo mantos y velos, llevando de la mano y en cochecitos tres o cuatro críos que se visten y aliementan con el dinero que necesitan los nuestros. 

Dentro de pocos años será el Islam el que domine la sociedad y la someta a su ideología totalitaria a través de sus fieles, hombres y mujeres nacidos en Europa pero educados en el Corán. Conviviremos con nuevos libios, marroquíes, afganos o turcos, extranjeros sociales en segunda o tercera generación, que no sienten afecto ni fidelidad hacia el país que acogió a sus padres y que los ha cuidado, alimentado y educado para hacer de ellos ciudadanos libres y útiles a la humanidad. En suma, habremos sacrificado a nuestros ciudadanos y tirado los recursos creando enemigos implacables que vivirán para destruirnos.


El Islam está aprovechando la debilidad pacifista y tolerante de la democracia para avasallar a los europeos, igual que hiciera Adolfo Hitler en Alemania, Austria, Holanda y Francia, entre otros. Ese criminal aprovechó la democracia del Parlamento Alemán para ascender al cargo de Canciller y seguidamente ignorar esa democracia. Al día siguiente, con sus partidarios previamente armados hasta los dientes, avasalló y asesinó aquellos que no lo aplaudían, aplastó los países vecinos bajo sus tanques y esclavizó brutalmente a los europeos hasta causar más 30 millones de muertes. 











Josep Stalin actuó de manera similar que Hitler, aprovechando el cargo de Secretario General del PC de la URSS para olvidarse del proletariado y asesinar más de 20 millones de ciudadanos rusos y otros 30 de los países que invadió para "protegerlos del capitalismo".


Pocos días atrás contemplamos horrorizados los ataques terroristas del Islam en París. Fueron realizados por varios grupos de asesinos que emplean siglas diversas, todas ellas identificadas y festejadas por el mundo musulmán: ISIS, Al Qaeda, Estado Islámico, Daesh... Hasta en Ankara, capital de un Estado musulmán que aspira a ingresar en la Unión Europea, escuchamos a la multitud aclamando las cifras crecientes de víctimas inocentes. 
Y el reciente partido de Champions en Turquía, pudimos ver a la muchedumbre burlarse de las muertes durante el minuto de silencio protocolar en recuerdo de París. Dos o tres días después, ya acallados los vítores de sus fieles, varios representantes del Islam salieron con pancartas a las calles para "repudiar" los ataques y tratar de convencernos del amor y la paz que siembra el Islam en los corazones de sus seguidores. 
Mentiras, falsedad, hipocresía oportunista dirigida desde Asia para calmar los ánimos y preparar los próximos ataques.
El Islam en sí mismo es un mundo de hipocresía sin límites. Hablan de la paz en el Corán, aunque el Libro instiga a la guerra y conquistas por la espada; hablan de amor a la mujer aunque la esclavizan desde su más tierna edad y pregonan la hospitalidad, si bien invaden países para asesinar a sus habitantes. 

Los musulmanes pregonan las virtudes del Profeta sin cntemplar que pudiese un pedófilo, aquel hombre que desvirgaba niñas de 7 y 8 años con las que se "casaba", una práctica aberrante copiada al pie de la letra por sus seguidores. Es cierto que esos matrimonios no pueden "consumarse" hasta que la niña alcanza su primera regla, a la edad que sea, pero ello no impide que las inicien desde el primer día en el hábito de acariciar, pelar y chupar un plátano, dejarse tocar y ofrecer lo poco que tengan de mujer al marido que les ha escogido su padre.

Los musulmanes pretenden convencernos de su hermandad al mismo tiempo que aplauden en la privacidad de sus casas y mezquitas los suicidios de héroes que se inmolan asesinando cristianos para ganar su pasaje al Cielo, un lugar etéreo pleno de huríes, hermosas jóvenes virginales dispuestas a abrirse de piernas ante ellos.

La más descarada de las hipocresías del Islam nos la ofrece Arabia Saudita y Qatar. Arabia Saudita es el país que custodia dos ciudades santas del Islam, la Meca y Medina, lo que debería significar su natural disposición a brindarle ayuda a otros musulmanes. 

Nada más alejado de la verdad; mientras Europa hace esfuerzos para resolver las masacres protagonizadas por los islamistas y recibe a cientos de miles de desplazados de Siria e Irak, los países del Golfo Pérsico financian a sus verdugos, asesinos implacables que degüellan y fusilan en masa a miles de inocentes. 
Peor aún, a pesar de la supuesta paz del Corán, educan a sus niños en la crueldad del crimen, degollando prisioneros atados a la espalda y vitoreando "su valor". Nadie logra entender que, frente a las penalidades de cientos de miles de desgraciados que huyen de esa "guerra santa" y buscan refugio en Occidente, Arabia Saudita les niegue el acceso a los millones de carpas climatizadas que mantiene dispuestas en el desierto cercano a La Meca para los peregrinos. La razón es evidentemente: los peregrinos pagan alquiler y los refugiados están sin blanca. Nada que ver con esa supuesta religión, con sus principios morales y de hospitalidad...

Es posible que estos últimos ataques del Islam a Occidente nos ayuden a desenmascarar sus propósitos y estrategia. Al final de mi vida solo espero que nuestra democracia y capacidad de tolerancia hacia esa filosofía anti natura y totalitaria, sea reconsiderada y comprendida como una maldición. Reconozcamos que puede ser la tumba de la cultura occidental y que nos veamos obligados a reaccionar con decisión para salvar el bienestar de nuestros hijos y descendencia. 


No renunciemos a nuestra libertad de pensamiento, a la democracia y la tolerancia, al bienestar social y a la alegría de vivir, pero tomemos la armas que tengamos a la mano para defendernos de la maldición que nos han lanzado desde ese infierno conocido como EL ISLAM.