sábado, 23 de mayo de 2015

CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO




Esta columna no podría decir nada nuevo al Jefe del Estado Vaticano. No espantaremos su siesta con el hedor que emanan muchas de las sotanas que circulan por los pasillos de San Pedro y las que llenan los Obispados y Cardenalatos de España desde tiempos inmemoriales. 
Tampoco despertaremos su estupor con noticias de pederastia en escuelas y conventos católicos ni de Jerarquías que colaboraron con regímenes criminales y siguen colaborando con instituciones canallescas que se enriquecen con la miseria humana, como sucede día a día en España. 


Lo que sorprenderá al Santo Padre es la noticia de los muchos sacerdotes y monjas de su Iglesia que trabajan para el pueblo llano, aquellos que están dedicados permanentemente a curar, socorrer y alimentar a los menesterosos. Gente buena que entrega su vida al servicio de sus feligreses sin copiar el ejemplo dado por la Curia, la pléyade de burócratas que hacen uso de la imagen de Cristo para pervertir la esencia de la fe cristiana, gente como el funesto Rouco Varela, defensor irrestricto de la peor calaña humana que ha ocupado históricamente los poderes en España.


Este mes de Mayo ha sido testigo de la presencia en Roma de una monja que hace vida en Manresa, ciudad estandarte de la Cataluña Central. La virtud de esta dominica la ha llevado a crear y dirigir una organización, Plataforma de Alimentos, para ayudar a sobrevivir a los miles de hambrientos que pululan por nuestras calles. 
Actualmente, Sor Lucía Caram dirige la asistencia alimentaria a más de 700 familias (seguramente me quedo corto), además de ayudarles a resolver los problemas de vivienda, servicios públicos y con frecuencia de salud. Se trata de familias sin ingresos ni recursos. Algunos son catalanes, otros andaluces, algunos castellanos o inmigrantes de extrañas tierras; hay católicos, ateos y musulmanes, blancos, negros y tostados, mujeres, hombres y niños... 


Por su labor Sor Lucía Caram no percibe sueldo alguno, vive en una celda del convento dominico Santa Clara y tampoco cuenta con ayudas para su existencia; las que llegan van al pote de la organización. Tal abnegación y notorio sacrificio sugieren que habría sido llamada a Roma para felicitarla y tomarla cual ejemplo a seguir, pero NO. Su presencia obedecía a la necesidad de enfrentar graves acusaciones por sus pecados y ser advertida de las consecuencias en caso de persistir en tal perversidad.

¿Cuál habrá sido el terrible pecado que removió los cimientos del Vaticano y obligó la presencia de Sor Lucía Caram en Roma? ¿Cuál el cataclismo a evitar con actos de exorcismo moderno? 
Sus pecado fueron PENSAR en las causas del sufrimiento de los necesitados y HABLAR pidiendo que fueran corregidas. 

Sus acusadores ante la Santa Sede han sido varios: el Gobierno Español, a través de diversos corruptos y corruptores públicos, pillos y estafadores que plagan el poder del Estado. Actuando cual portavoz, el Nuncio Apostólico, arzobispo Renzo Fratini, Representante del Vaticano en Madrid, presentó la acusación formalmente ¿Pero de qué pecados especíificos han señalado a Sor Lucía Caram? Veamos el expediente formado a tan gran pecadora:

Afrentas a Cristobal Montoro. Este personaje se considera agraviado por la monja desde que ella rebatió sus afirmaciones sobre supuestas donaciones del Estado a organizaciones de caridad, aclarando que esos dineros corresponden a la casilla de donaciones marcada por los ciudadanos en sus declaraciones de impuestos. Más grave aún: que Sor Lucía Caram haya rebatido su aseveración "Caritas miente. No hay hambrientos en España" constituye una afrenta que debe acarrear la excomunión inmediata.

El Canciller le teme: el perverso Margallo le ha declarado la guerra a nuestra heroina  como reacción a un "Viva Cataluña" que ella lanzó en acto público. 

Atenta contra la integridad de España. Mariano Rajoy la ha tachado de separatista, el pecado más grave dentro del ordenamiento mental del Preidente.

Pervierte el deporte. El portavoz del Gobierno, Carlos Floriano, no puede aceptar que Sor Lucía sea fanática del Barça, hecho que la convierte en traidora, además de argentina malagradecida. Lucía nació en Tucumán, Argentina, pero considera a Cataluña como su patria de adopción.

Atentar contra la seguridad del Estado. Fernandez Díaz, demostrado absolutista frustrado al frente del Ministerio de Interior, crítica los comentarios de Sor Lucia Caram a la valla anti-inmigrantes de Melilla. Esta valla está coronada con cuchillas que causan heridas y hemorragias a quienes pretendan saltarla. La Unión Europea y cientos de países han criticado su instalación, pero que una monja la critique es un hecho inadmisible para el Ministro de Interior.


Toda esa chusma política española logró que el arzobispo Fratini se convirtiera en el portavoz de sus cobardes acusaciones ante el Vaticano. Allí ha estado acudiendo el susodicho arzobispo para acusar a Sor Lucía Caram y defender la virtuosa labor del Gobierno Español, ejemplo en el mundo de honestidad, caridad cristiana, tolerancia y justicia social. 
Que este Gobierno promueva además un clima que ha degenerado en insultos, ofensas y amenazas constantes a una monja, algunas con violencia física incluida, no parecen interesar al Arzobispo, más pendiente de invitaciones oficiales a cenas y cócteles sociales que al bienestar del rebaño de Dios en tierras españolas.

Fuentes cercanas a San Pedro aseguran que a Renzo Fratini no se le cayó la cara de vergüenza cuando hablaba sobre este tema con monseñor Rodríguez Carvallo, encargado de los temas referentes a los religiosos. Antes bien, mostraba con orgullo la gruesa carpeta llena con documentos que demostrarían los pecados de la monja. 


Roguemos que al dúo Renzo Fratini - Fernandez Díaz no se le ocurra reinstaurar la Santa Inquisición en España, porque su sed de venganza, además de sacrificar a Sor Lucía Caram, podría extenderse al ejército de voluntarios, instituciones y donantes que han permitido el éxito de la Fundación RosaOriol y su plataforma de alimentos. Oremos fuerte, empezando por un Padre Nuestro y tres Ave Marías.