martes, 11 de marzo de 2014

SERMON MINISTERIAL


A diferencia de lo esperado cuando nos referimos a ministros evangelizadores, Presbiterianos, Testimoniales o Anglicanos, hoy nos ocuparemos del Ministro de Relaciones Exteriores de España, un nuevo evangelista cuyo verbo amenazador de este lunes 10 de Marzo, resonó cual filípica dantesca en los ámbitos diplomáticos europeos. Fue en la ocasión del Forum Europa y se refirió a la “inviolabilidad” de los territorios dominados por España y la independencia de Cataluña.

La intervención del señor García Margallo habría sabido tan insulsa como las anteriores, de no haber sido por algunas palabras marcadamente espirituales, espuma sobrante de las frecuentes consultas con la curia madrileña a la que recurre éste y otros Ministros del Régimen Español, para revisar los planes y acción de gobierno y lavar los pecados del pueblo ibérico. En su inevitable referencia a la muy repetida y negada independencia de Cataluña, el Ministro dijo (casi literalmente) lo siguiente:


“… y por eso una Cataluña independiente estaría condenada
a vagar por el espacio y sería excluida de la Unión Europea
por los siglos de los siglos.”



De los muchos discursos despechados y despectivos de García Margallo, este ha sido el más ridículo de su pestilente carrera. Me pareció estar escuchando al cardenal Rouco Varela interpretándose a sí mismo en alguna tragicomedia sobre el aborto.  “Vagar por el espacio” fue una clara alusión a la Guerra de las Galaxias, quizás tratando de impactar al auditorio con el recuerdo del enmascarado, y “por los siglos de los siglos” no pasó de ser una referencia al Infierno, la amenaza terrible que la Iglesia Católica ha empleado desde tiempos inmemoriales para retener el dominio de la sociedad occidental: el fuego eterno, descabezamiento repetido, sufrimiento sin límites, hambre y sed acojonantes…


¿No le parece, señor García Margallo, que ya está bien de hacer el ridículo? Especialmente cuando piensa que el mundo le escucha, porque al paso que va, ya no le harán caso ni los perros. Hemos oído que está usted conjugando el verbo “sermonear” como paso previo para ingresar al servicio del Señor cuando deje el sillón ministerial, pero ni la Cancillería ni los foros internacionales son lugares para estos menesteres. Váyase usted por las noches a la Sierra de Guadarrama y practique allí con los grillos, escarabajos y otros hijos de Dios, que seguramente le escucharán con más atención que los catalanes, esos malagradecidos que en vez de obedecer su caritativos mensajes, lo mandan a tomar por el saco cada dos por tres.