sábado, 15 de febrero de 2014

MENTIRAS DE SANGRE AZUL


Con su famoso mensaje navideño de 2012, “Todos somos iguales ante la ley”, además de mentir, usted se burló de mí. Quizás sea por ello que hoy desprecio la Casa Real y esa España que bajo el dominio Borbón ha sido el reino más corrupto de Europa.

Hace poco más de dos años, cuando su yerno y la Infanta Cristina de Borbón y Grecia se convirtieron en figuras estelares de los programas del hampa y la corrupción en TV, usted tuvo el descaro de afirmar que la justicia cumpliría con su obligación y pidió a España que confiase en el principio de la justicia universal. Ese día usted faltó a la verdad cuando dijo “Todos somos iguales ante la ley” porque ya había advertido a quienes compete que su hija era intocable; no debía ser moletada, ni siquiera llamada para pedir información sobre sus andanzas. Los eventos posteriores así lo demostraron.

Creer en la integridad de la Casa Real había sido mi sostén para seguir amando a España, para creer en la posibilidad de la regeneración moralizadora de su Gobierno, de sus legisladores y administradores, de su aparato de justicia. Usted había sido la garantía de mi esperanza de relaciones reivindicativas entre el mundo empresarial y laboral, del respeto al ingenio social, a la creatividad y la superación… Pero el día que usted, Juan Carlos I de Borbón, se burló de mi buena fe, terminó de enterrar mi relación devaluada con España, el sentido de pertenencia de millones de españoles que la clase dominante ha estado destruyendo sistemáticamente. Pero fue usted el que enterró lo que pudiera quedar de mi españolidad y ningún estamento oficial podrá revivirlo en el futuro.


Los acontecimientos a través de estos dos años se han encargado de demostrar la clase de persona que es usted. En estos momentos no sé si sus conceptos morales obedecen a la prolongada relación con el mundo político español o si éste ha tomado ejemplo del Jefe del Estado. Quizás se trate de una simbiosis natural a la cual cada parte aporta lo peor de sí.

El juicio a su hija predilecta (costoso teatrillo burlesco) tuvo lugar tras salvar tantas vallas, que por momentos parecía un imposible. La Fiscalía del Estado, empeñada en evitar el proceso a cualquier costo, llegó al extremo de desvirtuar las normativas de la Hacienda Pública, despidió empleados para modificar informes y amenazó a la prensa. El Juez Castro, inesperadamente reticente a doblar el espinazo, fue enfrentado, inclusive descalificado moralmente por el Fiscal, quien asombrí al país transformándose en el abogado defensor de la Infanta. 

Los secuaces del Estado en los medios de prensa llegaron al extremo de perseguir al Juez Castro y tomarle fotografías en la calle para ilustrar artículos que rozaban la infamia. Ha sido tal la presión pública que finalmente se permitió que la Infanta se sentase en el banquillo, pero a condición de que no se filmara la declaración. A pesar de todo,la historia de horror procesal tuvo un final inesperado gracias a un salvador anónimo, un cineasta aficionado que filmó en secreto las escenas vergonzosas de la hija del Rey interpretando el papel de retrasada mental . 


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De no haber sido por ese “traidor”, algunos nos habríamos tragado el parte oficial preparado por la Fiscalía, un papel elaborado durante la cena de esa noche en La Zarzuela. Tras tantas molestias y preparativos, hoy sabemos que todo ha sido un montaje burdo y sucio, una madeja de complicidades que deja al Poder Judicial, la Fiscalía y la Casa Real en un charco de descrédito que les pertenece por derecho propio.



El país sabe que la Infanta será declarada “inocente”, aunque deberá devolver 600.000 € por el uso que hiciera de dineros provenientes del delito. Por menos de la centésima parte cualquier español de a pié sería condenado sin remedio. Hoy sabemos que la mujer de Torres tampoco será enjuiciada, pues una empleada no podría ser más culpable que la dueña del negocio y sabemos también que los 600.000 € jamás entrarán a las arcas del Estado. 

Indudablemente usted y la Corona como Institución, han sufrido un descalabro irreparable. Su hijo, si llega a Rey de España, lo hará cargando una losa de corrupción a la espalda. Nunca dejará de ser cuñado de un estafador y hermano de una corrupta. Tapoco dejará de ser el hijo de un torcedor de la justicia y poseedor de otras características morales poco edificantes.

VAYA HERENCIA