miércoles, 7 de enero de 2015

SI A LA LIBERTAD DE CULTO - NO AL ISLAM



Por cuanto soy ajeno a la teología, el culto a lo super-natural me es indiferente. Ver a un japonés inclinado introspectivamente ante el Monte Fuji, un pigmeo frente a un árbol, los monjes budistas arrodillados ante la imagen de Buda, los cristianos ante la cruz o a un judío balanceándose ante el Muro de las Lamentaciones, son para mi estampas respetables sin diferencias. 

Todas estas religiones pregonan la paz en mayor o menor grado y promueven la tolerancia y convivencia mutuas. Frente a esas filosofías, hay otra que está orientada al odio y la intolerancia extrema: el ISLAM. Esa religión pregona y busca la confrontación, el desprecio a todas las filosofías, la intolerancia radical y la violencia hacia el mundo exterior y hacia la mujer por ser mujer. 


Es tal el grado de intolerancia que pregona El Islam, que en vez de paz promueve la destrucción de cualquier otra religión y de sus signos externos. Para colmo, las luchas entre las varias sectas seguidoras de Mahoma constituyen derramamientos sangre a raudales sin importar la edad, sexo ni condición de sus víctimas. 


Por descontado, el odio musulmán contra otros árabes no puede compararse con el que sienten hacia Occidente, odio promovido y financiado por algunos países del Cercano Oriente que pretenden estar gobernados por gente pacifista mientras sonríen ante la barbarie desatada contra iglesias, prisioneros y mujeres en general.


A pesar de la evidencia de lo expuesto, Europa sigue empeñada en un suicidio global inducido por su conciencia de libertad e igualdad, una actitud que le ha llevado a dar cobijo, casa y comida a sus enemigos del Islam. A mediados del siglo pasado era comprensible la aceptación de esos inmigrantes, pero continuar pregonando la tolerancia tras años de ver el terror que esa gente ha desatado contra los países que los han recibido, es una insensatez. Boston, Nueva York, Madrid, Londres y ahora París, son ejemplos clásicos de lo que lo que el Islam ha reportado a Europa: en vez de ciudadanos europeos hemos criado y formado asesinos.

Que la inmigración es un factor beneficioso para el país receptor de gente foránea es una creencia generalizada, pero carece de base en términos absolutos, como podemos ver en sus resultados. Está demostrado que la inmigración de países del Lejano Oriente es un factor positivo en líneas generales. Chinos y japoneses, coreanos y filipinos, constituyen núcleos de población educada en el trabajo, ciertamente progresistas, si bien presentan ciertas dificultados de integración social iniciales que se corrigen en la segunda o tercera generación. 

Los latinoamericanos nos ofrecen dos caras paralelas: por una parte, demuestran buena voluntad de trabajo y facilidad de integración inmediata; por otra, algunos indeseables organizan grupos criminales siguiendo modelos importados directamente de sus países de origen. A pesar de ello, la inmigración de latinos ha sido positiva. Los nórdicos y balcánicos son trabajadores esforzados, si bien unos pocos han creado núcleos delictivos, con frecuencia dirigidos desde sus países de origen, que han obligado a tomar medidas correctivas. 

En contraste con los grupos inmigrantes descritos, confrontamos actualmente el trauma de la inmigración islámica. Algunos prefieren llamarla "árabe", como si el origen geográfico pudiera disimular el aprovechamiento descarado de nuestros recursos fiscales para integrarlos socialmente; a cambio hemos cosechado del odio irreversible que traen desde su lugar de origen y que cultivan en las barriadas que rodean sus mezquitas y contaminadas por los imames. Sus tradiciones contrarias a las leyes europeas y con frecuencia inhumanas y criminales, no ha podido ser corregidas y frecuentemente constituyen motivos de enfrentamientos sociales y con el Estado. La inmigración de musulmanes es la peor que podríamos concebir, pues constituye una invasión sostenida de enemigos irreconciliables que, además de aprovecharse de nuestra buena fe, se dedican a planificar nuestra destrucción como sociedad y como país.

Tiempo atrás, cuando todavía creíamos en la posibilidad de entendernos con la cultura islámica, yo me sentía acongojado por las víctimas de la guerra y la violencia desatada en Africa y el Cercano Oriente. Hoy, víctima cercana de los ataques salvajes del Islam, siento un cierto grado de alegría cuando escucho las noticias y me entero de los muertos en el mercado de Bagdad y los asesinatos en Kabul. Ya no me escandalizo ante los secuestros de mujeres y niñas en Africa ni se me eriza la piel ante las ejecuciones masivas del Ejército Islámico. 
Pienso que contra más musulmanes mueran menos criminales se reproducirán. Me siguen causando una terrible lástima las lapidaciones de mujeres y la perversión del entrenamiento de niños para sacrificarlos en los frentes de batalla.

Arriba: una mujer condenada.  
Abajo: sus despojos tras ser lapidada. 




Por momentos esas imágenes me inducen a festejar la quema de iglesias con los feligreses dentro, los asesinatos de periodistas occidentales, violaciones de niñas musulmanas... Por cuanto todo es ejecutado cumpliendo las enseñanzas de El Corán y en nombre de "Alha es grande", quizás esas muestras de barbarie induzcan en las autoridades europeas la comprensión de los movimientos populares en Europa contra el Islam, reacción que tiene una explicación racional: la supervivencia. Imagino que también en París prevean cómo y cuánto crecerá en Francia el rechazo a los musulmanes a partir de Enero del 2015.

Ya es tarde para corregir la política de estupidez oficial pasiva, eso que llaman tolerancia, tarde para empezar a detener a los imames que pregonan la "santa" violencia entre los más jóvenes y alaban al "niño héroe" que degüella a un prisionero. Ya es tarde para contrarrestar el discurso que permite promover la barbarie contra las mujeres y ensalzar las decapitaciones de los infieles occidentales.

Ya es tarde para impedir las lecciones sobre fabricación y colocación de bombas, tarde para que sigamos creyendo que el Islam es una religión de paz, tarde para evitarnos el terror ante el sacrificio sangriento de prisioneros inocentes. Desde luego es muy tarde para pretender convencerme de que yo y mi familia aceptemos respirar el mismo aire que respira el musulmán que considera y a veces llama "putas" a mi mujer y mis hijas. Esa chusma se ha ganado nuestro miedo y el odio de millones de ciudadanos de Europa, unos sentimientos costarán mucho para cambiar.

lunes, 5 de enero de 2015

QUE DIOS NOS COJA CONFESADOS



Para vislumbrar el futuro recordemos un poco de Historia: a la caída de la Dictadura, surgió un aparato de gobierno sustitutivo controlado por la cúpula militar, algo lejanamente parecido a una democracia vigilada que vendieron como la panacea para el progreso. Pocos meses después, los mismos que habían mandado siempre, iniciaron las gestiones para conciliar intereses, suavizar problemas y redactar una Constitución que satisficiera a la mayor cantidad posible de factores de poder. Los ciudadanos tuvieron muy poco que decir. Así empezó la democracia que parecía útil para desarrollar al país y brindar progreso a la población bajo un sistema bipartidista que se instauró entre conservadores y socialistas.

Treinta años después ese bipartidismo había convertido la democracia en CLEPTOCRACIA y de oportunista se convirtió en descarada. Los recursos del Estado eran saqueados por los miembros del Gobierno y sus amigos, los bancos abusaban de la población indefensa, jueces y fiscales, designados y destituidos a capricho, solo estaban para obedecer los dictados de sus amos y las Fuerzas Armadas eran empleadas para amenazar cualquier atisbo de descontento. Así vino sucediendo hasta que el país se rebeló. 


Pausadamente al principio, las aglomeraciones de manifestantes se multiplicaron hasta transformarse en una sociedad abiertamente enfrentada al bipartidismo ladrón, pero el Gobierno no se inmutó. Al contrario, lanzó los perros policiales a reventar cabezas, consciente de que ese era el poder de convicción más poderoso del Estado: la violencia. 

Cuando las esperanzas de un cambio estaban a punto de disiparse, surgió en el país un mensajero de los Dioses, un héroe que ascendió desde las filas del anonimato popular hasta convertirse en el héroe nacional. Arrasando en popularidad, como demostraban las primeras encuestas, desestabilizó el aparato de Gobierno y el sistema económico dominante. Presas del miedo, los factores de poder tradicionales reaccionaron fabricando encuestas falsas, difamando al nuevo dirigente social y amenazando a la población con más violencia. Resultado: la autoridad del recién llegado se cimentó con un apoyo popular avasallador hasta preconizar su triunfo inevitable en los comicios siguientes.


Los líderes tradicionales políticos y empresariales, presas del terror ante el curso de los eventos y las amenazas del nuevo líder político, que prometía implantar la justicia popular contra los criminales del bipartidismo en cuanto llegase al poder, buscaron alianzas con sus enemigos políticos y promovieron liderazgos sustitutivos. A pesar del rechazo popular a tales maniobras y enfrentados al desprestigio de todos sus miembros, llegaron al extremo de proponer como candidata presidencial del bipartidismo a una reina de belleza (Irene Sáez), hecho que causó hilaridad social. Enfrentados a lo inevitable, los "dueños" del país optaron por corregir la pérdida de control y prestigio, crearon nuevos decretos contra la libertad de expresión y reunión y encargaron al Ejército la toma del país e implantación del terror.


A estas alturas imagino que habrán tomado nota de que no hablo de España, aunque la historia parece copiada. El país que estamos describiendo es Venezuela, cuya pujante democracia cayó en manos de bandoleros a finales del siglo pasado. En pocos años su sistema judicial se había corrompido, como en España y el prestigio de sus partidos políticos había caído tan bajo, que el Estado recurrió a la fuerza del terror para mantener a la población bajo control, el mismo camino que está recorriendo España. El nuevo héroe venezolano al que nos referíamos es Hugo Chávez, que ascendió a la Presidencia en 1999 y la dejó, víctima del cáncer, en 2011, para descender al Infierno del Dante, donde purga condena eterna en la olla Nº 258 del sótano 14. 

Los venezolanos, decepcionados de la democracia ladrona, votaron a ese personaje por dos razones de supervivencia:

1.- Chávez prometía acabar con la clase política corrupta del bipartidismo. Metería a todos los ladrones en la cárcel.

2.- Era lógicamente imposible equivocarse votando a Chávez porque ningún gobierno podría ser peor que el bipartidismo imperante.


Chávez cumplió parcialmente sus promesas. Acabó con la clase política tradicional formada por socialistas (AD) y conservadores (Copei), para sustituirla por una nueva clase de ladrones: él y sus hermanos, sus familiares, sus compañeros de armas, sus amigos y sus partidarios, que han asolado al país hasta convertirlo en uno de los mayores fracasos políticos conocidos. En la Venezuela actual el hambre y la delincuencia mandan más allá de cualquier concepto de terror. 


En ese país petrolero, las colas para comprar comida, ya sea un pollo o un paquete de harina, son kilométricas y sin esperanzas de que el sacrificio haya valido la pena. Aguardar en cola de un día para otro no asegura que consigas ni siquiera los 2 rollos de papel higiénico que las mujeres emplean ahora como toallas sanitarias.


En cuanto a la imposibilidad de equivocarse, los venezolanos descubrieron que votar por Chávez había sido un suicidio colectivo, algo así como lanzarse a un precipicio porque los que políticos tradicionales, tras 40 años robando, estaban medianamente satisfechos. En cambio los "revolucionarios rojos" de Chávez llegaron sin control ni medida de hambre y ansias de riqueza.

España se enfrenta este año 2015 a una situación parecida. Asqueados de tantos criminales en la Casa Real, el Gobierno, los bancos, la sociedad industria, la Iglesia y la impunidad que les protege, algunos españoles piensan que votando por Pablo Iglesias y sus amigos, recuperarán el país. Es tal la podredumbre moral de TODA la clase dominante española, tan grande su desfachatez para cometer tropelías, que pocos dudan de que cualquier otro pudiera ser peor. 










Desde luego, si calificásemos como administradores del país a Rajoy, Cospedal, Aguirre, Sánchez, Guerra, Chaves, Blesa, la Oriol, Rato, Ferrán y Fernández entre otros, la suma de sus calificaciones no llegarían a cero. Unos más que otros, son todos un hatajo de sinvergüenzas que ya sea hablando en directo o a través de la tele, hablan de honestidad como si de moral tuviesen algún concepto. Se vanaglorian de estar regenerando el país mientras siguen haciendo componendas legales para blindarse ente la justicia. 

En el bando del frente, a los chicos de Podemos ni siquiera podríamos calificarles en capacidad y moral, porque nunca han gobernado. Esa circunstancia constituye un riesgo, aunque creer que la experiencia en política española es necesaria, tampoco parece conveniente, vistos los resultados dejados por aquellos que llevan 35 años mandando.
Queremos creer que los jóvenes de Podemos podrían hacerlo bien pero no hay manera de saberlo. En consecuencia, aquellos que voten por Podemos estarán poniendo el país en riesgo, seguramente para evitar el riesgo conocido de seguir con el bipartidismo.





Ante tal disyuntiva ¿Qué hacer y cómo votar? les diré cómo YO voy a votar este año, sin que ello signifique que sea el mejor juicio.


Para las MUNICIPALES: votaré por el partido regional más radical, uno que me asegure la defensa de los intereses de mi región ante cualquier intento centralista de Madrid. En ningún caso votaré por aquellos partidos con opciones de triunfo en la Asamblea Nacional, ni siquiera a Podemos.

Para las NACIONALES: votaré por los socialistas, ya sean de extrema o verdes Conscientes de que NO ganarán, les daré mi voto porque ayudarán a nivelar al poder central entre Podemos, PSOE y PP. Si hay una situación que considero aberrante es que un partido político tenga mayoría para gobernar por decretos, como el PP, o que un par de partidos puedan ponerse e acuerdo en todo para repartirse los cargos y esconderse en la tele para seguir robando.