sábado, 1 de marzo de 2014

LOS VIEJOS MODOS DE FELIPE II



La Casa Real Española no deriva de los Reyes Católicos ni de Carlos V y Felipe II, sus descendientes más notorios. Los monarcas españoles se deben a Luis XIV de Francia y como éste y los anteriores, siguen al pie de la letra la antiquísima costumbre de gobernar a través de cortesanos, empleando trucos efectistas baratos para complacer a sus ignorantes siervos. 

Felipe II se hizo famoso gobernando el más extenso imperio mundial conocido sin siquiera asomarse a la ventana de su habitación del Escorial. Allí comía, dormía y pensaba mientras se rascaba las nuchas pústulas hediondas que le carcomían el cuerpo. En ese mismo lugar rezaba, porque rezaba mucho, gobernaba y controlaba hasta el más mínimo detalle del Imperio. Don Felipe llegaba hasta el colmo de señalar la alzada de las cruces pintadas sobre el velamen de las carabelas o indicar el color de la franja horizontal que debía marcar la altura de su cabeza en la capilla del convento dominico de Cutusiapón, un caserio a la vera del camino cercano al Estrecho de Magallanes.


Así pues, ordenar y mandar son parte de la genética Borbón, igual que mirar por encima a quienes estén ante ellos y confiar en el amor obligado de sus siervos, esa chusma maloliente que invade sus ciudades y por la que deben malgastar algunos minutos cada día, no para asegurar su bienestar sino para mantenerse vigilantes ante cualquier pedrada que pudieran soltarles al paso. Por otra parte, acostumbrados a que cortesanos y cortesanas agachen la cabeza o doblen la rodilla en su presencia, los miembros de la Casa Real confían en la fidelidad servil del populacho que lanza loas a su paso, la misma fidelidad que mostraba el sirviente de Felipe II por las mañanas, cuando caminaba feliz y cantando hasta el río para descargar el ánfora llena de mierda real.  

En estos días, aprovechando el Congreso de Móviles de Barcelona, el Felipe contemporáneo se acercó por estos lados para sacarle un poco de brillo a la muy abollada corona española. Las viejas estrategias del "ordeno y mando" se repitieron en las reuniones con el empresariado de la CEOD y la banca. Los nobles "catalanes", Rosell, Freixenet y Feiners entre otros, se dieron gusto compartiendo mesa con el Borbón y asegurándole su eficiente empeño para desmontar esa locura inventada por un grupito de catalanes extraviados, esos que llaman "independentismo" a la locura separatista. 

A última hora de la mañana de este lunes 25 de Febrero, tras inaugurar la feria del MWC en Barcelona (Mobile World Capital) el Principe Felipe dio una vuelta triunfal a la exposición exibiendo su sonrisa Nº 14 (la de autosuficiencia) mientras extendía la mano a los expositores. Sabía sin sombra de dudas que todos eran españolistas radicales, como le habían asegurado Rosell y su banda. Se trataba de esforzados empresarios anti-catalanes que estaban ayudando decisoriamente a sostener el entusiasmo popular por el Imperio Español. Y así transcurrió Felipe el paseillo, feliz y triunfante, hasta que llegó ante el estand de "Shareisfashion" atendido por su Director General, Alex Fenoll y Cruells. Manteniendo fija su sonrisa Nº 14, Felipe extendió la mano, notó una leve duda en la persona frente a él y cambió su sonrisa a la Nº 8 (especial para vasallos) algo más enérgica, sacudió la mano extendida y... no pasó nada. Aquel bellaco, Alex Fenoll, le estaba mirando de frente, descaradamente, sin responder al saludo y Felipe comprendió que sería mejor seguir de largo.


Lamentablemente el amor propio puede más que la inteligencia, lo que llevó a Felipe a desandar los dos pasos que había dado para alejarse de aquel catalán malencarado y llamarle la atención.

"Podría haber respondido al saludo, por educación" dijo Felipe.

" También podrían dejarnos votar por democracia" repostó Alex.

Felipe siguió de largo rumiando para sus adentros que Fainers, Rosell y Freishenet le habían mentido. No todos los empresarios catalanes estaban aterrorizados pensando que Madrid hundiera sus empresas si no gritaban su españolismo a los cuatro vientos. El Príncipe siguió andando, mirando con más atención a su alrededor, extendiendo la mano con menos decisión por si algún otro Alex le mandaba a tomar por el saco y preguntándose por qué los siervos catalanes no obedecen las órdenes de sus amos.


Antes de salir del recinto, quizás por asociación de imágenes con la gente que colmaba los pasillos que había recorrido, recordó haber oído algo relacionado con una cadena humana en Cataluña. Había sucedido meses atrás, grupos de personas colmando los caminos. Pensó que seguramente se trataba de gente común volviendo de alguna feria agrícola y ondenado banderines de recuerdo. Es que esos catalanes son tan característicos y tan incomprensibles...





Tras entrar al coche Felipe recapacitó que debería llamar a Rosell y Feiners para aclarar conceptos, no fuera cosa que hubiera malinterpretado sus promesas de fidelidad hasta la muerte. 

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