Nunca pensé que me decidiría a apoyar públicamente el discurso de un alcalde del Partido Popular. Sorpresas que nos da la vida, demostración científica de que no todos en el PP son asquerosos ladrones. Esta increíble circunstancia se la debemos a JAVIER MAROTO, Alcalde de Vitoria-Gasteiz quien, asqueado ante la degradación social y moral que nos ha traído la inmigración magrebí, ha lanzado su grito de protesta.
Quienes piensan que los moros vienen a Europa buscando una vida mejor para su familia, están equivocados. Esa gente no viene para ser europeos ni a respetar nuestros valores, no llegan en busca de mejores oportunidades de trabajo ni educación para sus hijos, no saltan las fronteras para integrarse a una cultura avanzada. Vienen para trasladar su atraso social y fanatismo cultural a nuestra sociedad y de paso vivir gratis.
La demostración de esta paradoja es que los árabes viven en Europa como lo hacían en sus barriadas de Trípoli o Marruecos, hacinados en minúsculos pisos malolientes, con dos o tres mujeres y diez chiquillos que el Estado se ve obligado a mantener porque ninguno de los adultos está calificado para trabajar ni habla el idioma del país que los mantiene. Para colmo del absurdo, esos mantenidos viven el sueño de islamizar Europa y exhiben su fuerza con manifestaciones públicas en las que abundan las pancartas amenazadoras, entre ellas la que asegura que otro atentado criminal como el de las Torres Gemelas de N.Y. tendrá lugar pronto.
Decía el Alcalde Maroto que en Vitoria tuvo que dictar un reglamento de uso para las piscinas públicas prohibiendo que las personas se bañasen con ropa de calle, después de que una mora se metiera en el agua con la shilaba y toda la basura pegada de la calle. Nada de ducharse primero ni limpiarse el trasero y lo otro, nada de lavarse los pies ni ponerse el gorro de goma. Es que la mujer, como su marido piensan que siguen en el Magreb, porque siguen apestando a rancio como el día que llegaron.
Hay otros aspectos verdaderamente negativos de los moros que, por repetitivos y exagerados, se han vuelto intolerables para la sociedad europea, entre ellos:
Algunos moros que residen legalmente en España y cuyas familias viven de las ayudas oficiales, viven realmente en sus países de origen donde trabajan y ganan un salario que no declaran, protagonizando una estafa continuada contra el Estado que les ha dado cobijo.
Las niñas moras siguen siendo educadas en la obediencia y servicio al hombre, esclavizadas desde la infancia y con frecuencia vendidas en calidad de esposas a moros en el extranjero que, gracias a ellas, vienen a Europa para vivir del Estado.
Personalmente lo que más me ofende del comportamiento de los inmigrantes magrebíes es su falta de sociabilidad y de respeto a las leyes así como la agresividad que exhiben hacia los naturales de los países que invaden, especialmente contra las mujeres, a las que califican de "putas" cuando rechazan sus propuestas indecorosas o cualquier detalle que les incomode.
A pesar de las hipócritas manifestaciones politizadas de los políticos opositores, me pliego decididamente a la opinión de JAVIER MAROTO sobre las ventajas de la inmigración latinoamericana, salvando el problema de las maras. Los latinoamericanos vienen España a trabajar y se integran inmediatamente a la sociedad. En España y Portugal aportan la ventaja de una cultura e idiomas comunes, además de hábitos de higiene personal que les permiten desenvolverse sin molestar a quienes estemos en su cercanía.
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