lunes, 17 de junio de 2013

INTERNET: LA MALDICION DEL PERIODISMO EN ESPAÑA

 El oficio del PERIODISMO en España ha sido frecuentemente criticado por diversas razones: sectarismo social, aislacionismo político, censura previa… Más recientemente, quienes viven de esa profesión se han quejado de que el oficio de informar ha sido invadido por extraños, gente ajena al periodismo, piratas culturales que desprestigian la profesión. Yo también entro en el renglón  “extraños”, calificación de la que me siento honrado viendo el uso que muchos periodistas de carrera están haciendo del periodismo. 


No es necesario tener un mediano grado de inteligencia y perspicacia para comprender que el oficio de informar y de analizar la realidad, no está en manos de los periodistas. La verdad la fabrican los sectores políticos y financieros que pagan para que se publique. Salvo contadas excepciones, son los dueños de diarios, revistas, radioemisoras y cadenas de televisión, los administradores de esa verdad a la que los periodistas ponen texto y voz sin importarles que las cifras, estadísticas, realidades y consecuencias griten “mentira”.
Es harto conocida de antemano la “verdad” que cualquier editor o columnista emitirá sobre un hecho particular, según la identidad del que paga por sus servicios. Día a día constatamos que tal o cual periódico se da prisa en calificar de sinvergüenza a un ciudadano modélico,  porque a su círculo de intereses le parece conveniente. Por contraste, el mismo diario se sentirá obligado a defender sin límites a un estafador confeso, si así se lo ordenan sus relacionados. Razón tienen quienes afirman que de los diarios solamente podemos creen en las fechas.

Ante tales despropósitos, demos gracias a Dios porque el periodismo académico de España encuentre difícil continuar su labor de lavado cerebral. Ese despropósito esta hoy compensado gracias a periodistas aficionados que, libres de compromisos económicos y salariales, nos damos a la tarea de contar las cosas que suceden y de la manera que se ven a través de cristales sin aumento.  

“También los periodistas aficionados están influenciados”,  se quejan algunos licenciados. Es cierto, estamos concienciados por la realidad que nos agobia, por eso llamamos “estafa” a la práctica de las preferentes, “sinvergüenzas” a los jueces que no imparten justicia, “ladrones” a los políticos que cobran sobresueldos y viáticos inexplicables. Nos quejamos de que la Fiscalía del Estado ataque a jueces y actúe como abogado defensor de bandoleros, gritamos contra la conducta aberrante de la Casa Real, que arrastra por las calles el nombre de España y nos rebelamos ante el sistema electoral que ha llevado los partidos políticos, cuerpos legislativos y órganos subordinados, a convertirse en bandas de forajidos y mujerzuelas.

Los medios de comunicación comerciales se quejan de que los periodistas aficionados dejemos en evidencia el libreto que les dictan los partidos políticos tradicionales: aplastar la reacción social, insultar la discrepancia y difamar a cualquiera que pueda discutirles un centímetro-columna. La prensa clama por respeto a su monopolio informativo histórico con la misma fuerza que el Presidente del Congreso ordenaba desalojar al público asistente que le exigía cumplir su función de legislador en vez de cómplice de los bancos.

Demos gracias a Internet porque permita a nuestra población escuchar la verdad en muchas versiones, a Facebook como cadena de relaciones universales, a Twitter por llevar las noticias instantáneamente a todos los rincones, a iPod por poner el mundo en la palma de nuestra mano… Agradezcamos a la Red que la verdad disfruta por fin de la oportunidad de existir sin el maquillado de los poderosos. Hoy esa verdad existe por sí misma, vestida de mil maneras y colores diferentes, pero sin prostituirse en las salas de prensa antes de salir a la calle.


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