domingo, 20 de octubre de 2013

LOS MUROS INVISIBLES

Las civilizaciones sedentarias, aquellas que en su momento decidieron establecerse permanentemente en algún lugar, se vieron obligadas a construir muros. Los excavadores han encontrado entre los escombros muros de todo género, a cual más portentoso, algunos con más de 4000 años de antigüedad. En el Asia Central encontraron muros construidos de paja mezclada con excrementos de camellos, los celtíberos los levantaban apilando piedras y en México y Perú los construyeron con grandes bloques tallados en piedra.  Todo ello obedecía a la necesidad de modificar la Naturaleza cambiando el nivel del suelo o ampliando territorios, parando a sus enemigos o amansando ríos.


Además de los muros físicos, la raza humana también ha creado muros invisibles, barreras que le han permitido aprisionar culturas o repeler agresiones filosóficas extrañas. Estoy hablando de las tradiciones identitarias de los diversos asentamientos humanos que han poblado el Planeta, de sus costumbres, idiomas, cánticos, religión y creencias. Todas ellas constituyen barreras que separan y engloban, según sea la fuerza y argumentos de cada uno.

A través de la Historia, los herederos de esos muros invisibles  se han comportado de muy diversas maneras hacia sus vecinos. Algunos los ignoran al estilo indio y otros defienden su cultura a cualquier precio, como el pueblo judío. Los romanos se han apropiaron de la cultura griega sin cambiarla, para luego abarcar el mundo conocido mediante conquistas “civilizadoras”. Existen pueblos que llevaron sus muros invisibles más allá del horizonte, esclavizando física y espiritualmente a otros pueblos, como hicieron España y Portugal en América.


El ejemplo más sobresaliente lo constituye una cultura que 70 años atrás pretendió arrasar Europa para imponer sus creencias. Estamos hablando del Tercer Reich, cuyas hordas destruyeron muros defensivos, bombardearon pueblos y ciudades, destruyeron y conquistaron naciones aterrorizadas, pero los muros invisibles de los vencidos permanecieron a pesar de veintitantos millones de muertos.

Cataluña es otro ejemplo vivo de la barbarie que continúa. Tras arrasar sus campos y ciudades a sangre y fuego en Septiembre de 1714, las tropas conjuntas de Francia y Castilla tomaron Barcelona. De la otrora primera democracia europea solo quedaron en pié algunos restos de sus murallas defensivas y una docena de casas en el barrio del Born, que luego fueron arrasadas para dar paso al monumento de la Ciudadella, erigido en honor de los vencedores.
Franceses y castellanos se apropiaron de Cataluña, eliminaron sus instituciones políticas, instituyeron el terror, impusieron sus leyes feudales y siguieron bombardeando Barcelona de tanto en tanto para ratificar su dominio. Los últimos bombardeos masivos contra Cataluña tuvieron lugar en 1937 y 38, encargados por Franco a la aviación de Mussilini. 


A pesar de tantos bombardeos, el muro invisible catalán continua intacto. Cataluña ha soportado trescientos años de deformaciones de la Historia, prohibiciones del catalán con agresiones a quienes lo hablasen, boicot a las artes  e imposición del español como lengua única. Castilla ha pretendido imponernos sus costumbres hasta llegar al colmo de invadir Cataluña con españoles de distintos orígenes que triplicaron nuestra población.


En pleno Siglo XXI España sigue empeñada en erradicar el catalán con leyes educativas y normas jurídicas. Ha pretendido imponer las corridas de toros como fiesta nacional y prohibido festividades autóctonas. Al mismo tiempo se lleva el fruto de nuestro trabajo para mantener el ejército de chulos y cortesanos de la política española y sus fuerzas armadas, verdugos históricos de los catalanes. La relación de España y Cataluña se ha caracterizado por una cadena histórica de agresiones y agravios que han impedido la integración de ambas culturas.

Es una verdad comúnmente repetida que España ha hecho muy mal  o dejado de hacerlo bien a lo largo de 300 años, para que los catalanes no hayamos aceptado su cultura ni identidad. Las agresiones persistentes del Gobierno Español han dado como resultado más catalanes radicales y anti-españoles.

Por otra parte, las sucesivas migraciones masivas de andaluces, aragoneses y extremeños llegados a Cataluña en busca de trabajo en los siglo XIX y XX, se asimilaron y engendraron más catalanes que, hastiados por el asedio español, se han sumado al grito de independencia y formado parte de la cadena humana que este año unió Francia con Valencia, 1,6 millones de ciudadanos a los largo de 400+ kilómetros de tierras catalanas. 

Bien sabemos de las vicisitudes que enfrentaremos en la lucha que hemos emprendido y estamos conscientes de las barreras que tropezaremos, pero cualquier precio es poco si con ello dejamos de ser vasallos del Reino de España.



    

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