lunes, 18 de noviembre de 2013

SEAMOS INDULGENTES CON ESPAÑA

Preocupado como los demás catalanes por el conflicto que enfrentamos con España, me trasladé dos semanas atrás a Madrid para imbuirme del pensamiento españolista y así comprender mejor la posición de aquella gente. Además del contacto intenso con la basura que prestaba un ambiente medieval a la ciudad, me reuní con diversos fabricantes de opinión, los mismos que diariamente llenan las pantallas de la tele para decirle a los españoles aquello que deben hacer, rechazar, abrazar u odiar. Ellos me explicaron su realidad y hoy, con tal bagaje de conocimientos actualizados, me siento preparado para explicar el conflicto histórico entre el Reino de España y Cataluña.


Ante todo debemos aceptar que es imprescindible comprender ambas culturas (si así podemos llamar también a la idiosincrasia española) y asumir las posiciones e intereses de ambos protagonistas. Solo así podemos analizar las verdaderas causas del antagonismo permanente que, lejos de ser económicas como sospechan en Madrid, tienen sus orígenes en la historia manipulada, el maltrato a la colonia, el vejamen oral a los siervos y el veto al Catalán. A pesar de lo evidente, estas perversiones son incomprensibles para los castellanos debido al deterioro neuronal con el que Mater Natura les ha castigado.

Es un hecho científicamente demostrado que los “mesetarios erectus” poseen neuronas devaluadas, venidas a menos a causa de los garrotazos que se estuvieron propinando mutuamente durante siglos. Debido a tantos golpes su ADN se vino a menos, quizás por ello en Cataluña hemos malinterpretado el sentimiento madrileño. Creemos que los mandamases españoles odian el Catalán cuando en realidad se trata de incomprensión. Los castellanos no pueden entender que los catalanes no estemos emparentados con ellos, o sea que no seamos españoles. Ni siquiera su mente más preclara, el señor Wert, puede descifrar por qué en Cataluña hablamos comúnmente dos y tres idiomas mientras que en el resto de la Península solo puedan hablar una que otra derivación del romance castellano. De ahí que pretenda prohibirnos ser políglotas.

La Historia peninsular, la única divulgada en las tierras que se extienden entre el Ebro y Portugal, fue elaborada para justificar los robos de los franceses, los mismos que siguen reinando en España. Se trata de un texto encomendado a escritores profesionales y redactado según pautas diseñadas para adaptar el vulgo español al servilismo, el hambre y la creencia de su propia valía e inteligencia, todo lo contrario a la realidad porque, admitámoslo, seguir siendo siervos satisfechos de esa Casa Real requiere un alto grado de imbecilidad, la misma que permite seguir añorando los peores años de la brutalidad estatal.  

Obedeciendo a esa mentalidad cuaternaria, la administración del gobierno se entiende como un ejercicio del terror. Este esquema básico no admite consultas, entendimiento ni convencimiento, únicamente la fuerza, método que han empleado los Borbón para asegurar la obediencia del vulgo español durante trescientos años. Es cierto que esa dinastía cedió medio siglo a manos de Francisco Franco, la bestia que empleó el mismo método terrorista con volumen ampliado en el Siglo XX. Guiado por la máxima que reza: “con el éxito no se discute”, el Gobierno Español no cambiará de curso, pues su deficiencia neuronal le impide buscar, mucho menos analizar, otras vías.

La deficiencia neuronal de los españoles se demuestra especialmente en los órganos del Gobierno. Su Poder Legislativo está constituido mayoritariamente por ejemplares desprovistos de capacidad analítica. Sus Diputados y Senadores son entes presenciales carentes poder decisorio para que no cometan estupideces. De hecho podrían ser sustituidos por fotografías o por robots que apretasen botones según la instrucción emanada del centro de control. A su vez el Poder Ejecutivo está encabezado por tipos como Aznar, Zapatero o Rajoy, a cual más obtuso. Son víctimas de la deficiencia neuronal que también se refleja en las groseras demostraciones del Poder Judicial, incapacidad que Europa se ve obligada a corregir constantemente. En la dirigencia social española esta tara también es moral. Allí también impera la deshonestidad sistematizada y protegida por el Poder Judicial. Desde luego esta situación contrasta con la moral europea que desecha y enjuicia a cualquier político cuya honestidad entre en duda.

Aceptemos pues que nuestras malas relaciones se deben a la incompatibilidad neuronal. Mientras que los catalanes somos estudiosos, industriosos y trabajadores, artistas, deportistas y sobre todo demócratas, la mayoría de los españoles son zopencos y vagos, borrachos, mantenidos y groseramente totalitarios. Se trata de una diferencia abismal que se evidencia al comparar la dirigencia catalana personificada en Artur Mas y Durán Lleida, con la mediocridad española representada por Mariano Rajoy y Ana Botella.

En la arquitectura también es evidente la diferencia cuando comparamos el pueblo grande y desordenado que es Madrid, por muy adornado que esté, con la metrópolis catalana, ejemplo mundial de urbanismo racional desde 1860.  Y en deportes olímpicos Barcelona sigue siendo la excelencia de organización y Juegos a seguir, mientras que Madrid es el máximo ejemplo del ridículo.

En conclusión, los catalanes debemos limitarnos a deshacernos del lastre que representa España, sin odios ni rencores. No hagamos caso a las fobias lingüísticas y sigamos comunicándonos en Catalán, Inglés y Español, mientras ellos siguen hablando esa mezcolanza conocida como Charnego en sus diversas modalidades. Al final resultará que el idioma Español se salvará gracias a los catalanes. No permitamos que las estupideces ministeriales nos distraigan del camino hacia la independencia, al contrario, esforcémonos con más ahínco si se puede.

El tema de la Comunidad Europea debe dejarse en suspenso, pero recapacitemos que Suiza debe de tener razones poderosas para mantenerse al margen de ese organismo. Tampoco pasemos por alto que somos parte indivisible de Europa y que seguiremos siéndolo, a menos que cambie la geografía de este Continente. Nunca olvidemos que nuestra vocación es de apertura al mundo, como lo venimos haciendo desde hace más de diez siglos y no permitamos que la fábrica de miedos que funciona en Madrid nos asuste. Se trata de amenazas propias de los brutos, gente que, incapaz de convencer, prefiere amenazar. Lo han estado haciendo a lo largo de tres siglos, ignorando que el tiempo ha pasado y la paciencia se ha agotado. 

En cualquier caso, tras la separación deberemos insistir en las buenas relaciones con los españoles y ayudarles a soportar la pérdida económica que representará haber perdido la colonia Cataluña. Si fuera posible y soportable, mantengamos nuestra ayuda a España hasta que aprenda a andar sola. Tendremos que ayudarles a despertar del sueño de grandeza imperial, terminar de hundir la Armada Invencible, convencerles de que necesitan menos vino, menos fandango, menos siestas, más seriedad, más estudio y más trabajo.

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