lunes, 30 de diciembre de 2013

AVERGONZADOS DEL PASAPORTE ESPAÑOL

Existen varias razones para que una persona se sienta orgullosa de una determinada nacionalidad, pero son dos las que determinan con mayor fuerza esos nexos afectivos que definimos como identidad nacional:

El lugar de nacimiento y el prestigio internacional del país.

La calidad de sus instituciones y grado de bienestar que ese país garantiza a su población.

Estas premisas nos permiten comprender por qué portar el pasaporte español genera tanta vergüenza, especialmente en los catalanes, porque nuestro terruño y centro de nuestros afectos patrios es Cataluña. Para reforzar ese sentimiento nos topamos con el inmenso desprestigio que Madrid y sus autoridades han estado cosechando desde hace cinco años. Podríamos decir que los sucesivos Gobiernos de España han estado pintando al país con mierda de primera calidad. Por contraste, Cataluña y Barcelona disfrutan en el extranjero de fama bien ganada como sociedad culta, pacífica, trabajadora y protagonistas de éxitos ininterrumpidos desde hace varias generaciones.

En lo referente al bienestar poblacional, los desgraciados residentes de España nos asombramos diariamente ante las medidas económicas del Gobierno Español y su política permanente de engaños a la población, entre ellas la falacia del "aumento" de las pensiones y "subidas" salariales, complementados con inflación sostenida de los servicios básicos. Por desgracia el pretendido engaño a la población también se repite a nivel internacional, como lo demuestra el mote de Pinocho que Rajoy carga a sus espaldas y las risas que despiertan en Bruselas los informes de los representantes económicos del Gobierno Español.

Por lo que a calidad de sus instituciones se refiere, nada logra disimular la inmoralidad descarada de TODOS los órganos del Gobierno Español: el Poder Legislativo plagado de sinvergüenzas, un Ejecutivo abiertamente colaborador con los estafadores financieros y un aparato Judicial que protege y colabora descaradamente con los criminales políticos y financieros organizados en una modalidad que conocemos como “bandas de puerta giratoria”. El mal llamado “Cuarto Poder” tampoco funciona en ese país que nunca ha conocido la democracia. La prensa española, por siglos amordazada, sigue hoy acostumbrada a vivir comprada, ya sea por unos u otros intereses. No hay periódico en el podamos confiar, a veces ni siquiera en la fecha, porque los intereses de sus amos dictan sus portadas y editoriales sin importar cuan alejadas estén de la realidad.

Si a este panorama nacional de fetidez cloacal agregamos que la cúspide histórica y moral del Reino de España es la Casa de Borbón, comprenderemos que nada bueno cabe esperar de un país cuya corrupción, abusos e impunidad tienen sus mejores ejemplos en la Casa Real. Esa es la razón por la que tantos europeos esperamos que nuestros pasaportes señalen únicamente la nacionalidad europea (o catalana en mi caso) para evitar que necesitemos bajar los ojos avergonzados cuando presentamos el pasaporte de España en nuestros viajes.




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