jueves, 27 de noviembre de 2014

DIOS NOS SALVE...



Muchas son las razones culturales, económicas y morales que separan a los catalanes de España, pero hay una que nos espanta sobre todas las demás: la Iglesia Católica de España, cuya inmoralidad ha plagado el Siglo XX y continúa ensuciando el presente con ímpetu arrollador. Más que una organización teológica, es una secta que ha protagonizado terribles crímenes contra la humanidad, parecidos a los que está perpetrando el Ejército Islámico en Asia y Africa por estas fecha.

Ya en el Siglo XV, con Isabel la Católica en el trono y Tomás de Torquemada al frente de la "Santa Inquisición", la Iglesia se dio banquete persiguiendo, torturando y asesinando a cuantos desgraciados pasaban por sus manos, ya fuese en España o en el Nuevo Mundo. Arabes y judíos hijos de esta tierra desde múltiples generaciones, fueron lanzados al exilio bajo pena de morir en la hoguera. Ni siquiera los conversos se salvaban y junto a hechiceros, brujas y sospechosos de mal de ojo, blasfemia y cualquier cosa, o simplemente motivo de codicia para el clero o para el Señor de la tierra, iban a parar a los muchas cárceles del "Santo Oficio", donde miles eran martirizados, mutilados y asesinados en nombre de Jesucristo. La cruz, más que motivo de fe, se convirtió en símbolo de la codicia y la maldad. 

Hablando con toda sinceridad, los crímenes multitudinarios de los aztecas fueron cosa de niños en comparación con el sadismo infinito de la Inquisición Española. El infierno creado en España por la Corona y los dominicos duró casi 200 años, pero continuó promoviendo un dominio absoluto de la población que, amenazada por el terror eclesiástico, se mantuvo callada a pesar del hambre y sufrimientos.

El final del Siglo XIX trajo esperanzas de cambio. Los españoles republicanos, mirando con envidia hacia Europa, trataron de modificar la relación de obediencia ciega hacia la Iglesia para que la sociedad pudiera entrar al Siglo XX. Esos sueños terminaron con el alzamiento de los poderosos monárquicos aliados con los militares y la Iglesia fascista Española. Curas y obispos tomaron las armas contra sus fieles y muchos emplearon el secreto de la confesión para destruir la República. 









Con el triunfo del fascismo la Iglesia Católica se erigió en cogobernante de España, desempeñando roles activos en la represión política. Aprovechando el sacramento de la confesión, empleada contra el pueblo ignorante, la Curia española llegó al extremo de señalar a miles de "enemigos del Estado" y ordenar su fusilamiento. 
La plaza Felipe Neri, cercana a la Catedral de Barcelona, era el escenario en el que el Cardenal y obispos de confianza disfrutaban del espectáculo, cómodamente sentados haciendo el vermout ante una bandeja de bocadillos. Las huellas de los fusilamientos sigue a la vista de los visitantes.

Con pocas diferencias en el comportamiento eclesiástico hemos llegado al Siglo XXI, para enterarnos de que la Iglesia ha estado abusando sexualmente de sus feligreses y de muchos menores de edad, protegidos por el silencio de las autoridades civiles y eclesiásticas. Sus víctimas se cuentan por miles: viudas desvalidas a quienes han quitados sus bienes, ya fuera robados o por herencia, mujeres jóvenes coaccionadas a entregar su cuerpo bajo amenazas terribles, niños y niñas a quienes han sodomizado o violado en cobijo de las casas parroquiales y conventos oscuros. Granada solo es la punta del iceberg que anuncia un panorama oculto escalofriante.


¿Acaso hay en Granada un caso aislado, casi ocasional, que inesperadamente ha llamado nuestra atención? Todo lo contrario. La Curia de Granda es desde hace años, un antro de corrupción, donde ha existido una secta que abusaba sexualmente de jóvenes y chicos y a nivel económico, de personas incautas y fieles a los Mandamientos. 


"Los Romanones", el grupo de pervertidos que abusaron sexualmente durante más de 20 años de menores, nunca actuaron a espaldas de la autoridad eclesiástica. El Obispo, conocedor de sus notorias propiedades en bienes raíces, los encubría. Ese mismo personaje ha venido haciendo gala de un machismo inadmisible. Son célebres sus insistentes y aberrantes declaraciones para condicionar el comportamiento y vida sexual de los españoles, solo equiparables con el libro que patrocinó para recomendar el sometimiento de las mujeres  a sus maridos, valga decir: comportamiento esclavo ante el macho dominante. La vergüenza nos impide transcribir los párrafos más ilustrativos de ese panfleto con ínfulas de reglamento moralista.


Quienes pensaban que la destitución de Rouco Varela como jefe absoluto de la Conferencia Episcopal, ayudaría a arreglar la Iglesia, se han equivocado. Esa Iglesia seguirá teniendo el poder ilimitado para robar propiedades a los ayuntamientos (escuelas, salones públicos, edificios sociales, etc) apropiarse de monumentos históricos (Mezquita de Córdoba) y burlarse de la moral pública descaradamente, amén de continuar interviniendo en política y practicando abusos sexuales sobre menores y practicar libremente la difamación e injurias contra sus detractores.

Para sorpresa de pocos, solamente Cataluña y una que otra provincia se han salvado de esta aberrante Iglesia española. En buena parte de la España actual, la Iglesia sigue mandando a su antojo, recibiendo cuantiosas sumas del Estado y abrogándose el derecho de pervertir a la población inocente.

Rouco Varela, igual que Torquemada, no han pasado al olvido. Seguirán vivos en la historia española porque constituyen la inspiración sublime para los Gobiernos de España, la imagen que los políticos españoles copian sin cesar. Por muchos entuertos que el Papa de Roma quisiera corregir en la sucursal peninsular, el cáncer moral está demasiado arraigado. Habría que echar a toda esa basura a la calle, como hiciera Jesús con los mercaderes del Templo, y empezar desde cero.

Esperemos que con la Independencia, en Cataluña nos libremos de esa lacra, a menos que podamos controlarla colocando a sus autoridades al nivel de otras religiones e implantando la libertad de credo. Hasta entonces, que Dios nos salve de sus garras. 

POST DATA:
Con posterioridad a la publicación de esta columna nos enteramos de que el Obispo de Zaragoza también ha sido destituido de manera fulminante. La orden vino de Roma. Este siervo de Dios andaba metido en un lío por el que ha pagado 125.000 € (+ ó -) a un ex seminarista. Podría tratarse de chantaje, pagos por servicios recibidos o alguna obra de caridad cristiana. En cualquier caso, por cuanto los ingresos de la Curia deben ser compartidos con Roma a partes iguales (eso que llaman fifty/fifty), el pago representa una pérdida para el Vaticano de casi 60.000 €, un hecho absolutamente INTOLERABLE.

En cambio, por los lados de la Curia de Córdoba, acaban de contratar a un cura que años atrás habían echado por pederasta y que fuera condenado a 14 años de prisión. Extrañas relaciones, dirán algunos. En fin, el criminal ha salido de la cárcel para reingresar a la Iglesia bajo el lema que dice: 
DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ.

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