martes, 12 de marzo de 2013

CADAVER EN ALQUILER PARA LA CAMPAÑA - II

Ha sido confirmado por fuentes cubanas dignas de crédito: HUGO CHAVEZ FRIAS habría muerto en Cuba en Diciembre pasado, a consecuencia de un cáncer que evolucionó en metástasis invasiva. Desde luego la operación a la que le sometieron para tratar de corregirlo podría haber precipitado su deceso, pero en cualquier caso una muerte terriblemente dolorosa le habría sobrevenido.a corto plazo.


Planteada la inminente muerte del líder, había llegado la hora de tomar decisiones, especialmente en Cuba, cuya economía depende de Venezuela como los peces del agua. Bajo ningún respecto debería permitirse que escapase la noticia de que el líder bolivariano había muerto en Cuba. CHAVEZ DEBÍA MORIR EN SU PATRIA y para ello se planificó un vuelo y viaje secretos a medianoche de comienzos de Marzo, que llevó el cadáver al Hospital Militar de Caracas. Allí congelaron el cuerpo y lo prepararon adecuadamente para hacerle un funeral popular que permitiera preparar la campaña electoral de Nicolás Maduro, Vicepresidente de Venezuela.

Por desgracia para el Gobierno de Cuba y Maduro, sus chapuzas salieron a flor de piel y los planes se torcieron:
  • Cuba, impulsora del continuismo político venezolano a través de Nicolás Maduro, conforme a las órdenes dejadas en vida por Chávez, descubrió que Diosdado Cabello pensaba asumir la Presidencia interina, a lo cual estaba obligado según la Constitución, por su condición de Presidente de la Asamblea Nacional.
  • Los militares venezolanos respaldaban a Diosdado Cabello, su compañero de armas y dirigente político renuente a la entrega incondicional de la soberanía venezolana a Cuba.
Ante tal disyuntiva, las decisiones se demoraron y el cadáver de Chávez continuó en la morgue del Hospital Militar, a -18º C, amenazando con el peligro de que las mentiras oficiales sobre la muerte del Héroe salieran a la calle. Era imperativo tomar riesgos calculados: Se tomó la decisión de sacar el cuerpo de Chávez a la calle y asumir las consecuencias según fuese la reacción popular. Ambos jefes políticos, Maduro y Cabello, convinieron que, si la gente salía en masa con entusiasmo y fervor, Maduro asumiría la Presidencia. Si por el contrario la reacción en las calles era contenida, Cabello sería el Presidente.

Surgió el primer problema: pasear el cadáver congelado de Chávez bajo el calor del día, constituís un riesgo excesivo. Solución: lo que echarían a la calle sería un ataúd vacío, quizás relleno de tierra. El cuerpo lo enviarían en otra caja directamente a la Academia Militar, lugar escogido para las exequias amenizadas con la presencia de dignatarios extranjeros. El engaño les salió "casi" bien, a pesar de que nadie adoptase la previsión de emplear dos ataúdes idénticos.

Ganó la apuesta Nicolás Maduro empleando un verbo agresivo y vulgar que pretendía copiar a Chávez. Diosdado Caberllo, inteligentemente, se quedó en segunda fila, reteniendo la Asamblea Nacional.

Lamentablemente para Maduro, su triunfo puede resultar débil y deberá consolidarlo imitando en lo posible la vulgar agresividad de Chávez y reafirmando unas mentiras que muchos ya han descifrado y están aflorando en estas primeras horas de campaña. 

Es un hecho que la masa "chavista", evidentemente predispuesta a tragar cualquier cosa que salga de la boca de los jefes bolivarianos, es campo fértil para el engaño, aunque todo tiene límites. Que los fieles seguidores hayan paseado una caja vacía durante casi 11 horas creyendo que acompañaban al cuerpo de Chávez, podría constituir una ofensa para aquellos que caminaron kilómetros y pasaron sed bajo el sol tropical de Caracas. La prueba del engaño lo constituyen las gráficas comparadas del ataúd con tapa de madera que salió del hospital y la foto del ataúd que contenía el cadáver durante los actos oficiales en la Academia Militar, sellado y con tapa de vidrio. Visto este engaño chapucero, podría empezar a cuajar el conocimiento de que Chávez murió en Diciembre y al país lo mantuvieron engañado a lo largo de casi tres meses.

Por otra parte, Nicolás Maduro no es Hugo Chávez, solamente una copia de dudosa calidad y Diosdado Cabello tampoco es el compañero de armas de Chávez que hasta hace poco respetaba a regañadientes las órdenes del difunto, sino un antagonista  político que juega con ventaja en sus aspiraciones de apropiarse el socialismo bolivariano para sus propios intereses. No debemos pasar por alto que Cabello evitó unirse a la trama de mentiras tejida desde La Habana y repetidas por Maduro, consciente de que era un arma de doble filo, quizás de utilidad en el futuro.

Las fuerzas opositoras, o sea la coalición democrática liderada por Enrique Capriles, ha abierto fuegos denunciando el engaño. La reacción de Maduro, ya posesionado de la Presidencia, ha sido amenazadora, terrible, con tintes callejeros al estilo Chávez, pero sin su poder de convencimiento ni la fuerza que le respaldaba. Veremos si Diosdado Cabello y el Ejército respaldan a Maduro o salen a la calle para controlar las turbas cuando el Presidente exija al pueblo salir a las calles para prenderle fuego a Caracas. En esta situación hipotética no debemos pasar por alto que, además del armamento militar que poseen las Fuerzas Armadas y los núcleos operativos bolivarianos, en Venezuela circulan alrededor de 15 millones de armas de fuego en poder de la sociedad civil.

Una cosa parece clara en estos momentos: vencer al chavismo borracho con los efluvios de la muerte de Hugo Chávez, será difícil. No imposible, pero difícil. Sin embargo, falta un mes hasta las elecciones, fijadas para el 14 de Abril. Hasta ese día pueden suceder muchas cosas: el fortalecimiento o desinflado de Nicolás Maduro, el encarcelamiento o asesinato de Enrique Capriles, desórdenes sociales que obliguen a suspender las garantías y reprogramar el futuro o inclusive un golpe de estado que imponga a Cabello en la Jefatura del Estado y restituya la frágil legalidad venezolana. Todo dependerá de los intereses del sector más fuerte entre los varios que componen el teatro de operaciones de Venezuela que, a día de hoy, está borroso.




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