jueves, 15 de enero de 2015

CATALUÑA: FABRICA DE TRAIDORES



Nada mejor que las crisis para que afloren las verdades humanas. Eso es cierto en la sociedad, la economía, el deporte, en la política... Desde que Cataluña fue derrotada por los ejércitos de Francia y Castilla para someterla a esta última, nuestra región ha vivido en una inestabilidad política cíclica, las crisis que Madrid llama burlonamente "suflé catalán" y nosotros "lucha por la independencia". Gracias a esa circunstancia tan catalana, las verdades morales de sus ciudadanos más destacados surgen cual hongos en Otoño, especialmente las puestas en escena del heroísmo teatral y los actos de traición descarada.

Y es en la rama de traidores donde encontramos el renglón más productivo de la sociedad catalana. Desde tiempos inmemoriales, nuestros "botiflers" (así llamamos en Barcelona a los traidores políticos de oficio) han ocupado la primera escena y continúan llenando las páginas de prensa y los estrados de la tele.

La invasión borbónica (1711-1714) no habría logrado doblegarnos de no haber sido por los personajes catalanes, públicos y eclesiásticos, que se pasaron al enemigo para ofrecerle Barcelona al futuro Felipe IV, nieto de Luis XIV de Francia. Una vez aplastada Cataluña, los botiflers volvieron a Barcelona bajo la protección del usurpador para reinstalar sus negocios sobre los cadáveres de sus conciudadanos.

Durante la dictadura militar escribimos otras páginas vergonzosas: Ya perdida la guerra, Francisco Franco entró triunfante a Barcelona con tropas formadas (según cacareó) con los soldados que más odiaban a Cataluña y los catalanes. Tarragona, para no quedarse atrás, invitó al canónigo José Artero a dar una misa de celebración durante la cual pronunció un sermón en cuyo texto incluyó: "Perros catalanes: ni siquiera sois dignos del sol que os alumbra". Los botiflers aplaudieron a rabiar.

Francesc Cambó, franquista furibundo y organizador de la Liga Catalana, fue un empresario catalán que hizo su fortuna en esta tierra. Antes de su muerte donó su amplia fortuna artística al Museo del Prado, asegurando que los catalanes no eramos dignos de tal privilegio.


Hubo catalanes que sin apoyar la esencia democrática de Cataluña, nos brindaron su esfuerzo personal, combinando su afinidad franquista con el amor a su tierra. Entre esas personas podemos contar a Josep Pla, Salvador Dalí y Juan Antonio Samarach, a quien debemos las Olimpíadas de Barcelona 1992. Ellos no podrían ser tildados de traidores. 
Caso distinto es el de Vidal Quadras, cuyo verbo solo es empleado para ensuciar a su tierra chica.

Cuatro años atrás descubrimos que el Palau de la Música estaba en manos de un traidor, Felix Millet, que empleo la institución para enriquecerse. 
En la misma línea, hace pocos meses descubrimos una nueva banda de traidores: el clan de los Pujol. Padre, madre, hijos e hijas, han estado traicionando a Cataluña desde hace muchos años. Por fortuna sus actos están siendo juzgados en los tribunales. Esperemos que la sentencia sea proporcional a sus actos.


Los hermanos Fernández Díaz, que se dicen catalanes, viven para traicionar a esta tierra. Sus esfuerzos solamente son comparables con los de Alicia Sánchez Camacho, de quién poco podemos agregar. Todos ellos son quesos de leche podrida traída a lomos de bestias desde España y en consecuencia, de sabor previsiblemente traicionero. 

Caso distinto es el de un catalán de pura cepa: J.M. Durán y Lleida. Ese dirigente de Unidad Democrática es un digno ejemplo del "botifler" en su más pura expresión. Se dice demócrata pero ataca todo lo que ordene la Curia de Madrid. Mientras bombardea nuestras esperanzas de independencia y practica la política para atacar a Cataluña, se confiesa amante de su tierra.

En estos días hemos visto a otros representantes del pueblo en trance de traicionarnos: Artur Mas y Oriol Junqueras, con trasfondo de los verdes. Sus apetencias particulares, así como las exigencias de "puesto" de sus distintos camaradas, han puesto en riesgo la historia de Cataluña. 
Poco les ha importado que los esfuerzos colectivos de millones de catalanes, nuestros sueños y el futuro de nuestros hijos, se fueran al traste. Un acuerdo de último minuto, forzado por la presencia y presión de la sociedad civil catalana, a pospuesto el fracaso. Habrá elecciones el 27 de Septiembre. 

Dentro de 9 meses sabremos si estos personajes han recuperado el equilibrio o si por el contrario, la etiqueta de "traidor potencial" que les hemos colgado al cuello, era la adecuada. 

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